Page 199 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 9
Gustavo Herdoiza, que era Alcalde en esa época había prestado la
maquinaria municipal para el movimiento de tierras, exponiéndose a la
posibilidad de un juicio por peculado que estuvo a punto de producirse.
Lo hizo sin costo, pero misteriosamente, uno de los profesionales que
dirigía la construcción del estadio de Aucas, pasó una costosa planilla
por ese concepto.
De ahí en más, los problemas llegaron a granel y la hinchada tuvo
que apoyar para continuar la construcción. Cooperaron con ladrillos,
cemento, arena, y todo lo que podía servir para armar la casa propia. Ya
no querían seguir siendo los gitanos del fútbol nacional.
EL ESpECTACULAR hALLAzGO dE bERRUETA
Polémicas al margen, yo me centré en reforzar el equipo para la
campaña del 87. Tras realizar un profundo análisis de la base nacional,
armé el viaje, en compañía del gerente, el ingeniero Rubén Landázuri y
como siempre apunté para el sur del continente. Llevaba una consigna
directa: iba en busca de un mediocampista con nombre y personalidad.
Cueste lo que cueste.
No bien aterricé en Montevideo me dirigí a la oficina de Luis Aguerre,
que junto con el ‘Tornillo’ Viera y Luis Cubilla, tenían una empresa
dedicada a la negociación de jugadores.
Cubilla hizo referencia a un jugador que reunía esas condiciones,
que podía ser la solución, siempre y cuando se lo sepa tratar.
“¿Quién es?”, pregunté. “Ernesto Berrueta”, me contestó el ‘Gordo’.
Era el consejo aprobatorio de un crack, de un fenómeno de todos
los tiempos.
Aguerre se opuso en forma terminante. “No Ernesto, ese jugador no te
conviene”, disparó el ‘Monseñor’ sin anestesia. “¿Por qué?”, le insistí.
“Fracasó recientemente en Venezuela y hace poco tiempo lo echaron
del River argentino por actos indisciplinarios relacionados con su
afecto por el alcohol”, refutó el exgolero del Deportivo Quito.
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