Page 197 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 9
Antes había recibido dos propuestas de Barcelona, que no se consoli-
daron, porque estaba trabajando y afrontando etapas decisivas.
Galo Roggiero, primero y Galo Marchán, después, nunca llegaron en
el momento ni en la hora precisa. Aceptarles habría dejado la ventana
abierta para las especulaciones. No haber dirigido al ídolo es un deber
pendiente que nunca se cumplió. Seguramente, era parte de mi destino.
AUCAS ME ESpERAbA COn LOS bRAzOS AbiERTOS En 1986
Esa divisa y esa hinchada me tenían comprado. Volví a la banca oriental
por sentimiento, para responder al afecto del hombre del pueblo, de
esos auquistas que llevan la pasión en la sangre. Me tenían impactado.
Nadie se explicaba como un técnico de mi trayectoria, que había
dejado a Filanbanco en un lugar estelar, era capaz de enfundarse el
buzo de técnico de Aucas, que había descendido y estaba en la Segunda
División. Era para aquellos que hilaban fino, como caer sin escalas del
cielo al suelo.
Es cierto, Aucas estaba en Segunda Categoria, en otros de sus
pronunciados declives, pero el reto no me asustaba. Otra vez había
sido citado por Gustavo Herdoíza Léon, en conjunto con Mario Ferri
y el propietario de Banderines Gutiérrez. Los objetivos eran claros:
había que apuntar a ganar el derecho para retornar a Primera, y en ese
lugar que siempre le correspondió al equipo oriental por su historia y
tradición, perseguir el trono nacional que siempre le ha sido esquivo.
Es como una maldición, una frustración que aún en estos tiempos no
puede aniquilar.
El campeonato de Segunda fue largo y duro. La campaña victoriosa
arrancó en Cayambe con un merecido triunfo y no paró más hasta
depositarnos en la serie de honor. En todo ese largo trayecto, la
hinchada cumplió un papel fundamental.
Viajaba a todos los partidos, en emocionantes romerías, en caravanas
enormes de vehículos particulares y buses alquilados, que hacían
una obligada parada para asistir a misa y luego con la bendición del
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