Page 202 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza



            durante mucho tiempo habían pasado muchas privaciones y era hora de
            recuperar el gusto. Se adaptaron rápido y el club les rentó un cómodo
            departamento en la Inglaterra y Alemania. Berrueta se portaba bien y
            yo dormía más tranquilo. Pasó sin ningún problema todos los chequeos
            médicos y nos marchamos a la pretemporada en Otavalo.


            El trabajo de preparacíón tenía un plan exigente. Arrancaba a las 6 y
            media de la mañana. Carlos Ernesto Berrueta estaba listo a las seis.
            Era el primero en levantarse. El plantel tomaba un té bien caliente y
            comenzaba el cross. Regresábamos a desayunar, un leve descanso y
            a las 11 de la mañana disponía trabajo técnico. A la tarde, desde las
            cuatro, fútbol y manejo del útil a tiempo completo. Fue una hermosa
            pretemporada, en la que realizamos varios partidos de comprobación
            en Ibarra. El equipo volaba y Berrueta era una bala.


            Aucas arrancó avasallando. Berrueta se metió en el corazón de la
            hinchada desde el día del debut. En el tercer partido jugado ante
            Filanbanco en el Atahualpa se paseó. Hizo dos goles notables, ganamos
            ofreciendo un gran espectáculo y la hinchada lo llevó en hombres desde
            el estadio hasta su casa. Ya se había graduado de ídolo.

            Mostraba unas condiciones notables. Manejaba la pelota con maestría
            y le pegaba con potencia y dirección con ambas piernas. Era el dueño
            de la mitad de la cancha. Respondía plenamente a las cualidades del
            ‘Patrón’ que había ido a buscar en Montevideo. En excelente condición
            física, recuperó la memoria futbolística. Era un crack, no hay razón
            para darle vueltas. La hinchada amarilla estaba enloquecida.


            UnA TROMbOfLEbiTiS CASi ME LLEvA A LA TUMbA

            Aucas navegaba en la punta del campeonato. Cuando se habían jugado
            12 fechas, una trampa casi mortal apareció en mi vida. Guillermo
            Herrera invitó a todo el plantel y a la plana mayor a una parrillada en
            una quinta de su propiedad, ubicada en Sangolquí. En medio de la
            reunión, a los dirigentes se les ocurrió desafiar al cuerpo técnico y jugar
            un partido de indorfútbol.



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