Page 206 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza
Comenzaron a administrarme Cumadín, que es una droga que pasaba
limándole al coágulo. Tenía prohibido afeitarme y cortarme las uñas. El
cuidado de la alimentación era riguroso, porque me podía dar un derra-
me, ya que la sangre estaba totalmente líquida, sin espesor. Recibí el alta
a los 19 días, pero debía seguir por tiempo indefinido con el control de
la coagulación. Seguía tomando una dosis de Cumadín y una aspirina.
Primero cada quince días, después cada ocho y al final cada tres días.
Me estaba recuperando satisfactoriamente. Pero para lograrlo en forma
eficaz, recibí la orden terminante de no seguir dirigiendo al Aucas en
esa temporada. No puedo negar, lo hice con profundo dolor, pero ante
todo estaba mi salud.
El uruguayo Leonel Pérez, que era el arquero fue nombrado para
sucederme en el cargo. El equipo se fue a pique por diversas razones,
entre ellas, porque Berrueta volvió a caer en las tentaciones, fomentadas
por un dirigente irresponsable que le acercó a los cabarets y a la bebida.
Le revivió el bicho del vicio y se fundió.
Guardo un eterno agradecimiento al Seguro Social por toda la
atención que recibí de los médicos, de las enfermeras, y especialmente
del doctor Pablo Dávalos Dillon, un profesional brillante, de enormes
quilates que me salvó la vida.
El tratamiento que dispuso fue eficaz y perfecto. Lo comprobé años
después, cuando viaje a Cuba a buscar asesoramiento para implementar
en el Consejo Provincial de Pichincha, del cual fui Consejero por
algunos años. En la isla de Fidel Castro me realicé un chequeo, conté
toda la historia y los especialistas cubanos me dijeron que el tratamiento
que había recibido en Ecuador fue correcto. Afortunadamente no
he vuelto a tener complicaciones. ¡Mil gracias Pablo Dávalos, por tu
generosidad y tu sapiencia!
CARLOS bERni nOS EnGAñó y REGALó EL TÍTULO
Tras el retiro obligado de Aucas, se presentó la posibilidad de conducir a
Nacional en el 88. Firmé, cumplí una aceptable campaña y terminamos
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