Page 208 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza



            Tres jugadores: Ballesteros, Hamilton Cuvi y Quinteros cometieron
            faltas disciplinarias y me ví obligado a separarlos del plantel. Paralela-
            mente, Berni se mueve en la oscuridad y me anuncia que el partido no
            se puede jugar en Milagro, porque el escenario había sido rentado para
            la realización de un concierto de rock. Nunca he sido malpensado,
            pero tampoco he sido ningún estúpido. Recordé, que “los perros abren
            los ojos a los 15 días y que los pendejos no lo hacen nunca”.

            Evidentemente, Berni nos estaba tomando el pelo. Me dijo que ante esa
            circunstancia teníamos que jugar en Guayaquil, pero el Estadio Modelo
            también había sido arrendado para un evento de otra naturaleza. Era
            otra coincidencia maquiavélica. Propuse hacerlo en el George Capwell,
            pero Berni astutamente señaló que el escenario sería el Monumental de
            Barcelona, para dar cabida y holgura a las hinchadas. Era una treta,
            vaya usted a investigar como se manejaron los hilos de esta nueva farsa.
            Mi ánimo ya estaba revolucionado. Ya había levantado presión.

            Carlos Berni se jugó a renglón seguido otra puntada. Me pidió
            que coloque en la formación titular a los tres jugadores que había
            sancionado y que el se hacía cargo de la responsabilidad. Fue la gota
            que derramó el vaso de la paciencia. Le expliqué que en mi condición
            de responsable técnico no podía aceptar semejante intromisión.
            Discutimos ácidamente y decidí ese instante abandonar el cargo. Armé
            mi maleta, me subí a mi automóvil y regresé a Quito.


            De la noche a la mañana contrataron a Jorge Lazo y Valdéz perdió el
            partido. No tengo ni tuve nada contra Jorge, pero me pareció poco
            ética su decisión. En cuanto a Berni, creo que pateaba en contra del
            arco propio. Se pasó de listo, ni un enemigo podía haber realizado
            semejantes maniobras que determinaron que Valdéz pierda el título.

            En el último partido que se jugaba en Quito ya imperaba el desorden.
            No habían traído los carnets de cancha. Había tres copias: una tenía el
            utilero, otra el vocal y otra el club. Me llamaron de urgencia para que
            les facilite la que tenía en mi poder.




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