Page 192 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza
Después llegó el turno de Sixto Vizuete. Le fallaron los jugadores. Se
torcieron. No podía creer lo que sucedió en el partido ante Argentina
en el estadio Monumental. Faltaban cuatro minutos, íbamos ganando
1 a 0 y nos empataron. Los jugadores experimentados se durmieron.
El saque largo y desesperado del ‘Pato’ Abondanzieri cruzó toda la
cancha, fallaron Iván Hurtado y Geovanni Espinoza y Rodrigo Palacio
se comió el banquete sin bostezar.
Igual fue con Paraguay en el Atahualpa. Con el resultado en el bolsillo,
‘La Sombra’ Espinoza hizo una gambeta inútil en la zona de gol. Le qui-
taron el balón y empató Salvador Cabañas sobre el pitazo final. Y que de-
cir del partido ante Brasil. Les tuvimos con las nalgas contra el arco y no
pudimos vencer al arquero Julio César que jugó el partido de su vida.
No pesó la experiencia de Iván Hurtado que tenía una carga impresio-
nante de partidos. Se borraron los que estaban en capacidad de apor-
tar jerarquía y le cargaron injustamente las tintas al técnico. Le dieron
palo sin compasión, denigrando inclusive su lugar de nacimiento. “El
Príncipe de Guaytacama”, le decían en tono de burla.
Los jugadores, varios de ellos ya famosos, pero incoherentes, se
aprovecharon de su escasa hoja de vida. Sabían que no tenía camerino
y pasado ilustre como futbolista y le pasaron factura. Se dejó manejar
por los jugadores influyentes y escuchó y puso en práctica sus consejos
para mantenerlos como aliados.
Aparentemente le iba bien obedeciendo, pero se equivocó gravemente
al autorizar el regreso del ‘Kinito’ Méndez, que no tuvo pelos en la
lengua para descalificarlo públicamente, recordándole que él era una
gran figura, que no podía estar bajo el mando de un técnico imberbe
que no había ganado nada.
Fue un golpe bajo que no merecía ser reconsiderado. Es cierto que
Méndez pidió disculpas, pero yo en los zapatos de Sixto no lo volvía
a llamar, porque la ofensa fue de alto calibre. Lo minimizó, como
luego hizo ‘Bam Bam’ Hurtado en uno de los partidos. Iván se atrevió
a mancillarlo delante de todo el estadio, cuando Sixto se aprestaba a
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