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RASSINIER : La mentira de Ulises



                            Antes de esta guerra, yo mismo he conocido a muchas personas que «preferían morir de
                       pie a vivir de rodillas». Sin duda alguna eran sinceras, pero en los campos han vivido en el
                       colmo del servilismo, y algunas de ellas han cometido los peores crímenes. Al volver a la
                       vida civil, o simplemente a la vida, inconscientes de la derrota que han sufrido en el ejemplo
                       que ellos mismos han dado, siguen siendo tan intransigentes en el proyecto, pronuncian los
                       mismos discursos y... están dispuestos a empezar a hacer con el bolchevique lo que han hecho
                       con el nazi.
                            En realidad, se aprecia muy bien que fuera del instinto de
                       [238] conservación que ha intervenido en todos los grados jerárquicos, tanto en el simple
                       preso ante el burócrata, como en el burócrata ante la S.S. e incluso en la S.S. ante sus
                       superiores, no hay explicación valedera para los acontecimientos del mundo de los campos de
                       concentración. Se aprecia muy bien pero no se quiere admitirlo. Entonces se puede recurrir al
                       psicoanálisis: ya los médicos de Molière hablaban a sus enfermos en un latín que no conocían
                       mejor que su profesión y tenían el asentimiento resignado de la opinión pública.

                       APRECIACIONES.

                                     «Los acontecimientos en los campos de concentración están llenos de
                                singularidades, tanto por parte de la S.S. como por la de los presos. En general,
                                las reacciones de los prisioneros parecen más comprensibles que las de sus
                                opresores. Las primeras quedaban en efecto en el campo de lo humano, mientras
                                que las otras estaban marcadas por lo inhumano.» (Página 305.)

                            A mi juicio, sería más justo decir que las reacciones de unos y otros pertenecían a lo
                       humano, en el sentido biológico de la palabra, y que en lo que atañe más especialmente a la
                       Häftlingsführung y a la S.S. ambas estaban marcadas por lo inhumano en el sentido moral.
                            Más adelante, puntualiza Eugen Kogon:

                                     «Los que menos se han transformado en los campos son los asociales y los
                                criminales profesionales. La razón debe ser buscada en el paralelismo entre su
                                estructura psíquica y social y la de la S.S.» (Página 320.)

                            Quizá. Pero también es necesario reconocer que si el ambiante de los campos no era
                       adecuado para que naciese la mentalidad de un político en un asocial o en un criminal,
                       suministraba por el contrario múltiples razones a un político para que se transformase en un
                       bribón. Este fenómeno no es peculiar del campo de concentración: se observa constantemente
                       en todos los reformatorios y prisiones donde se pervierte con el pretexto de regenerar.

                       [239]
                            La teoría de la represión, del profesor Freud, explica muy bien todo esto y sería pueril
                       insistir en ello. La del valor del ejemplo no lo contradice: en todas estas instituciones, la
                       mentalidad del conjunto, resultante de una práctica sistemática de la coacción, tiende a
                       amoldarse al nivel más bajo, generalmente representado por  el guardián, lazo de unión entre
                       todos los presos. No hay por qué extrañarse: el medio social en el que vivimos, y que rechaza
                       el de los campos con tan virtuosa indignación pero practicándolo en grados diversos, ha
                       permitido al político convertido en granuja – momentáneamente, confío – el ¡ figurar como
                       héroe!
                            Esto se debe sin duda a que ha presentido en este orden de ideas el reproche que Eugen
                       Kogon, adelantándose, ha escrito en su Prólogo:

                                     «Era un mundo en sí, un Estado en sí, un orden sin derecho en el cual se
                                arrojaba a un ser humano, que a partir de ese momento, sacando partido de sus
                                virtudes y sus vicios – más vicios que virtudes – sólo combatía para salvar su
                                miserable existencia. ¿Luchaba sólo contra la S.S.? ¡ Por supuesto que no! Le era
                                preciso luchar otro tanto, si no más, contra sus compañeros de cautiverio... ( ).
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                         Generalización abusiva: contra aquellos que ejercían el poder por cuenta de la SS. y desconfiaban del resto de
                       sus compañeros.

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