Page 135 - Rassinier Paul La mentira de Ulises
P. 135

RASSINIER : La mentira de Ulises



                       etc., todo lo cual lo hacía con el mayor respeto y concienzudamente. En cada una de las
                       habitaciones de este bloque había un receptor de radio: ni por  todo el oro del mundo me
                       hubiese permitido girar el botón, aún teniendo la certidumbre absoluta de estar totalmente
                       solo. Por el contrario, sucedió dos o tres voces, hacia las ocho de la mañana, cuando todos
                       sus subordinados se encontraban en el trabajo, el llamarme mi Oberscharführer  a su cuarto,
                       conectar el receptor con la B.B.C. en francés, y pedirme que le tradujese lo que escuchaba a
                       escondidas.
                            Al volver por la noche al campo, yo se lo comunicaba en voz baja a mis amigos
                       Delarbre (de Belfort) y Bourguet (del Creusot), recomendándoles encarecidamente que lo
                       guardasen para ellos o lo transmitiesen solamente a los camaradas muy seguros, e incluso en
                       una forma bastante estudiada para no llamar la atención y no permitir el remontarse a los
                       orígenes.
                            No nos pasó nada ( ). Pero al mismo tiempo hubo en el campo un asunto de escucha
                                            1
                       de emisoras extranjeras, en el cual – según creo – estuvo mezclado Debeaumarché. Yo no he
                       sabido nunca de qué se trataba exactamente: uno de los miembros de

                       [242] este grupo se me acercó un día contándome que tenía un receptor clandestino en el
                       campo, que por medio de él un movimiento político recibía órdenes de los ingleses, etc., y
                       corroboró sus declaraciones dándome noticias que yo había escuchado por la mañana o la
                       víspera con mi Oberscharführer. Le confesé mi escepticismo en tales términos que me
                       empezó a considerar como uno del que era necesario desconfiar. Esta fue mi suerte: unos días
                       después hubo en el campo detenciones en masa, en tre ellas la del interesado y el propio
                       Debeaumarché. Todo este terminó en que algunos fueron colgados. Verosímilmente se trataba
                       en su origen de un preso en el mismo caso que yo, que había hablado demasiado y cuyos
                       imprudentes chismes habían llegado a través de un soplón de la Häftlingsführung  hasta el
                       Sicherheitsdienst (servicio de la policía secreta de la S.S.)
                            Cuando Eugen Kogon escribe:
                                     «Yo he pasado muchas noches con unos pocos iniciados ante un receptor de
                               cinco lámparas que le había cogido al doctor Ding-Schuller de la S.S. "para hacerlo
                               reparar en el campo". Escuchaba La Voz de América en Europa  así como el
                               Soldatensender West ( ) para taquigrafiar las noticias de importancia.» (Página 283.)
                                                 2
                            Le creo fácilmente. Aunque me inclino más a pensar que ha escuchado emisiones,
                       sobre todo en compañía del doctor Ding-Schuller ( ). Pero todo lo demás es sólo una manera
                                                               3
                       de dar consistencia al cuadro, por un lado para hacer creer en un comportamiento
                       revolucionario de los que detentaban el poder, y por otro para disculpar mejor sus
                       monstruosos abusos.

                       [243]
                            En cuanto a los artificios de estilo, he omitido también afirmaciones como:

                               «... se piensa en las prestaciones de juramento de los aspirantes de la S.S. en la
                               catedral de Quedlinburg, a medianoche, en la que ante los restos mortales (por otra
                               parte supuestos, pero declarados poco antes como auténticos) de Enrique I,
                               fundador del poderío alemán oriental en el medioevo, se dedicaba Himmler a
                               desarrollar la mística de la «comunidad de los conjurados». Después, bajo un sol





                       1
                         No constituimos ningún "comité", ni ninguno de nosotros decía a todo el que se le acercase que estábamos en
                       relaciones con los aliados.
                       2
                         Emisora norteamericana que transmitiía en idioma alemán.
                       3
                         En su tesis Cruz gamada contra caduceo el doctor François Bayle refiere este curioso testimonio de Kogon en
                       Nuremberg: Ding-Schuller, médico-jefe del campo de Buchenwald, le pidió que se ocupase de su mujer y de sus
                       hijos en caso de derrota de Alemania (!...) Si esta petición llevaba consigo una contrapartida semejante - !lo que
                       de todas formas no diría Kogon! - la situación privilegiada de este preso singular se explicaría por un contrato de
                       colaboración cuya inspiración y propósitos serían mucho menos nobles de lo que se ha convenido en admitir hasta
                       ahora. Especular sobre esta hipótesis sería aventurado; limitémonos, pues, a registrar que la colabroración de
                       Kogon-SS. fue según su propia declaración, efectiva, amistosa y a menudo íntima. El precio que ha pagado la
                       masa de presos es otro cantar evidentemente. Pues también había una colaboración Kogon-Partido comunista.
                                                        –   135   –
   130   131   132   133   134   135   136   137   138   139   140