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RASSINIER : La mentira de Ulises



                       cuales no todos eran judíos ni todos habían perecido por medio de la cámara de gas.
                            Pero mantenía todo lo demás. Juzgué inútil continuar la controversia con tal individuo.
                            En el libro que los comunistas (que se han encargado de publicarlo y distribuirlo por el
                       mundo entero, en cinco lenguas) presentan como  una confesión de Rudolf Höss,
                       Lagerkommandant de Auschwitz de mayo de 1940 a noviembre de 1943, leo lo siguiente:

                                     «Durante la primavera de 1942, centenares de seres humanos han encontrado
                               la muerte en las cámaras de gas.» (Página 178 de la edición francesa.)
                            Centenares en tres meses... ¡Estamos lejos de los 25.000 diarios – o sea dos millones
                       en tres meses – del comunista Miklos!
                       [248] Sólo nos queda por esperar al próxiõno «testigo», que pasará quizá de las centenas a
                       cero... es decir, al otro extremo.
                            El Rudolf Höss de los comunistas polacos no está por otra parte muy de acuerdo
                       consigo mismo, pues, unas páginas más adelante, escribe:

                                     "La cifra máxima de gaseados y de incinerados en 24 horas, se ha elevado a
                                poco más allá de los 9.000 para todas las instalaciones..." (Página 236.)
                            Finalmente, otra cifra que anima a meditar:

                                     «Hacia finales de 1942 (los hornos crematorios no habían funcionado
                               todavía porque no estaban construidos) ( ), todas  las fosas del campo fueron
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                               limpiadas. El número de cadáveres que habían sido enterrados en ellas se eleva a
                               107.000.» ( ).
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                            De donde se puede inferir que en tres años (1939-1942) murieron 107.000 personas en
                       Auschwitz, o sea menos de 100 por día. A este ritmo, estamos lejos de los 2.500.000 de
                       Miklos para toda la guerra, y sobre todo de los 9.000 diarios.
                            ¿Se quieren otros motivos de sorpresa? Entonces hay aquí tres proposiciones sobre las
                       cuales podrá meditar a su gusto el lector:

                                     1. «En tanto que yo recuerdo, los convoys que llegaban a Auschwitz nunca
                                llevaban más de 1.000 personas.» (Página 229.)
                       [249]

                                     2. «A causa de los retrasos en las comunicaciones, nos llegaban cinco
                               convoys por día, en lugar de los tres esperados.» (Página 236.)
                                     3. «Para el exterminio de los judíos húngaros, llegaban los convoys uno
                                tras otro a razón de 15.000 personas diarias.» (Página 239.)
                            De donde resulta que: 1.000 x 5 = 15.000 (!).
                            Para terminar sobre este punto, se me permitirá que cite todavía esto que se puede leer
                       en la página 245:

                                     «Coma ya he dicho, los crematorios I y II podían incinerar cerca de 2.000



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                         Esto prueba por lo menos, que a fines de 1942 los hornos crematorios no habían sido construidos en
                       Auschwitz-Birkenau, y por  consiguiente, tampoco las cámaras de gas, pues sería muy asoambroso que se las
                       hubiese construido antes que los hornos, de los cuales dicen unánimemente  los testigos que eran inseparables, lo
                       cual es lógico: los alemames no se habrían lanzado nunca a esta producción industrial de cadáveres, sin haber
                       construido al mismo tiempo que el medio de producirlos el de incinerarlos. Ahora bien, Kogon, Miklos y David
                       Rousset nos dicen que estaban «dispuestas para funcionar desde la primavera de 1942» y Höss, que también lo
                       pretende, (pág. 171) nos dice más adelante (pág. 172) que «en la primavera y en el verano de 1942, hubo que
                       utilizar un depósito de cadáveres para los primeros exterminios» porque no lo estaban.
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                         En esta cifra, señala más adelante Rudolf Höss, están comprendidas no solamente los convoys de judíos
                       gaseados desde el comienzo hasta el momento en que se procedió a las incineraciones, sino también los cadáveres
                       de todos los presos muertos en el campo de Auschwitz-Birkenau durante este período (página 231).

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