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RASSINIER : La mentira de Ulises



                                cuerpos en 24 horas: no era posible hacer más si se quería evitar los destrozos. Las
                                instalaciones III y IV debían incinerar 1.500 cadáveres en 24 horas ( ). Pero, en
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                                tanto que yo sepa, estas cifras no han sida alcanzadas nunca.» ( ).
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                            ¿Cómo no deducir de estas flagrantes contradicciones que se trata de un documento
                       falsificado después, apresuradamente, y por unos ignorantes?
                            Esta tardía fabricación ya se adivinaba por otra parte sólo con la presentación del libro:
                       escrito a lápiz y conservado cuidadosamente en los archivos del museo de Auschwitz, donde,
                       a menos que se sea un reconocido comunista, nadie puede ir a examinarlo; llevando la fecha
                       de febrero-marzo de 1947, conocido desde entonces y publicado solamente en 1958; atribuido
                       a un muerto que de todas maneras no puede protestar contra las declaraciones que llevan su
                       firma, etc., todo esto, por  sí solo, ya explica demasiado.
                            Estas cifras contradictorias no son, por otra parte, las únicas anomalías de este
                       testimonio, del cual lo menos que se puede decir es que es... singularmente tardío.


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                            Entre estas otras anomalías, la primera que viene a la mente es la que recoge las
                       órdenes de exterminio de origen gubernamental.
                            De una de estas órdenes ya se ha tratado: la de hacer saltar todos los campos de
                       concentración al aproximarse las tropas aliadas, con el fin de exterminar así a todos sus
                       ocupantes incluidos guardianes. Hoy se sabe que esta orden, recibida por todos, esgrimida
                       contra los acusados del proceso de Nuremberg, y abundantemente comentada por los Rousset,
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                       los inferiores a él y los Kogon, no ha sido dada nunca ( ), y no es más que una invención del
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                       benevolencia de los aliados y salvar su vida ( ).
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                            A pesar de que las intenciones de los que han publicado  Der Lagerkommandant van
                       Auschwitz spricht no hayan sido las de demostrar que éstas eran asimismo órdenes de
                       exterminio por los gases, me temo que éste sea en definitiva el fin que han conseguido.
                            En primer lugar, se reconoce explícitamente en este libro que:

                               «el primer empleo del gas para matar a presos, ha sido hecho sin ninguna orden,
                               con un gas de ocasión, y cuando entre los responsables del campo, de arriba a
                               abajo de la escala jerárquica, nadie se lo esperaba.
                                     »Durante uno de mis viajes de negocios (1942), mi suplente, el
                               Schutzhaftlager  Fritzsch ( ) hizo uso del gas contra un lote de funcionarios
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                               políticos del ejército rojo. empleó en este caso el preparado de cianuro (ciclón B) de
                               que disponía porque se utilizaba constantemente en la oficina como insecticida. Me
                               informó de ello después de mi regreso.» (Página 172)

                            De este modo, por la fotuita iniciativa de un subalterno,

                       [251] habría nacido un método para ser empleado en gran escala contra los judíos.
                            Varias veces dice Rudolf Höss en su obra – o se le hace decir – que las más altas
                       autoridades gubernamentales del III Reich, y especialmente Himmler, le han reiterado
                       verbalmente las órdenes de exterminar a los judíos con gas, pero:

                                     «Nunca se ha podido obtener sobre este asunto una decisión clara y


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                         Había 4 hornos crematorios en Ausehwitz Birkenau, y no 46 como se escribe todavía hoy en los periódicos.
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                         Pues bien, en su libro S.S.-Obersturmführer Dr. Mengele, el comunista húngaro Dr. Miklos, que pretende haber
                       sido testigo de ello, nos dice que diariamente eran incinerados 25.000 cadáveres.
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                         En el libro de Höss se dice que «Himmler había dado personalmente la orden de evacuar los campos desde
                       enero de 1945» (pág. 203) y que en caso de imposibilidad de «alcanzar la etapa fijada, los convoys debían ser
                       confiados al Volksturm de las localidades donde se encontraban» (pág. 204).
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                         Documentos bibliográficos, pág. 296.
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                         Absuelto en Nuremberg, dice Höss.
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