Page 19 - Rassinier Paul La mentira de Ulises
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RASSINIER : La mentira de Ulises



                       primavera.
                            Podrían ser las diez de la mañana cuando ha comenzado por fin la gran conmoción.


                                                             * * *



                            --¡Tac!... Tac... ¡Tacatacatacatac!... Tac... Ha calculado la distancia: de cuatro a cinco
                       kilómetros como máximo. Esto viene en la dirección del campo, un poco más allá.
                            -- ¡ Tac! ¡ Tac!..., ¡ tactactac!... ¡ Tac!
                            La ametralladora ha insistido, otra ha contestado:
                            -- ¡ Toc! ¡ Toc!... ¡ Toc, toc! ¡ Toc, toc!
                            Después un gran estruendo:
                            -- ¡ Bum! ¡ bum! ¡bum!... ¡ Bum! El cañón: los proyectiles no han caído muy lejos,
                       pero todavía más allá del pueblo.
                            -- ¡ Bum!... ¡ Bum!... ¡bum!, bum... Una vez. ¡ Bum!... ¡ bum!... Otra vez. ¡ Bum! ¡
                       Bum! ¡ Bum!... ¡ Bum! ¡ Bum!... ¡ Bum!
                            Los disparos vienen directamente hacia él, el tiro es regular, vigoroso, sonoro. Va a ser
                       preciso reflexionar.
                            Una formidable explosión rasga el aire tras él, casi sobre él.
                            -- ¡ Buuum!
                            Después otra:
                            -- ¡ Buuum!
                            Tiene los tímpanos destrozados.
                            -- ¡ Buuum!... ¡ Buuum!
                            Esto no se para. Y allá abajo, el eco.

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                            -- ¡ Bum!... ¡ Bum!... ¡ Bum!... ¡ Bum!...
                            El sol es magnífico, el cielo está radiante, el campo desierto, el hombre del brazalete ha
                       desaparecido. Nadie: está solo.
                            -- ¡Buuum!... Bum, bum., bum., Bum... ¡Buuum!
                            Él está en el eje de tiro que corta la vía férrea casi perpendicularmente y hacia la cual se
                       repliegan los alemanes: intentarán defenderla, pero no lograrán conservarla mucho tiempo, se
                       retirarán hacia el bosque donde pararán un momento.Hacia el bosque, es decir, hacia él. Le
                       encontrarán.
                            ¡No, allí no se puede quedar!
                            Se levanta. Desciende por la cuesta dirigiéndose hacia su izquierda para salir del eje. Su
                       pierna ya no arrastra casi, la tierra está seca, el suelo está duro, él está en posesión de todas
                       sus facultades. El último acto de la tragedia va a representarse, no hará ningún falso
                       movimiento, está seguro de sí, desciende.
                            -- No demasiado cerca de la vía, tampoco demasiado cerca del bosque – decide.
                            Continúa el duelo:
                            -- ¡ Bum!... ¡ Bum!... ¡ Bum!... ¡ Bum!...
                            -- ¡ Buuum!... ¡ Buuum!... ¡ Bum!... ¡ Bum!
                            Alargan aún más el tiro: ya cae sobre la vía.
                            Ve saltar gavillas de tierra en el humo, a lo largo de una línea que corta la vía
                       transversalmente. Siente el olor de las granadas.
                            -- ¡Diablos, es preciso tumbarse!
                            Hubiera deseado ir más lejos, pero... Un matorral aislado está cerca.
                            -- Mal refugio.
                            Y prefiere el surco profundo que separa dos parcelas a quince pasos delante de él; se
                       agazapa dentro.
                            -- Ss... ¡ Bum!... Ss... ¡ Bum!
                            ¡Era el momento oportuno! Silban por encima, caen alrededor. Los estampidos que
                       habían cesado tras él comienzan de nuevo, los disparos son más sordos, más lejanos.
                            -- ¡ Retroceden!
                            Mientras que los norteamericanos alargan el tiro, los alemanes lo acortan a medida que
                       van retrocediendo. Él se encuentra de pronto como en el centro de un espantoso terremoto, en




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