Page 22 - Rassinier Paul La mentira de Ulises
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RASSINIER : La mentira de Ulises



                       posiciones.


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                            Los débiles, los deprimidos, los que han permanecido mucho tiempo retirados de la
                       vida del mundo son a menudo, como los nerviosos y los enfermos, de una sensibilidad
                       extrema, y esta sensibilidad se manifiesta siempre a contrapelo. El empezó a chocar desde las
                       primeras tomas de contacto con la libertad. En primer lugar en casa del comandante, luego
                       cuando encontró el convoy, y, por último, en esta villa en la que pasó dos noches.
                            Un hombre raro, este comandante: el inglés, el alemán, el italiano, el francés, todas las
                       lenguas parecían serle familiares. Y después, este tono, esta actitud:
                            -- Primeramente, escoger un albergue, amigo mío, comer, reponerse, reposar, una buena
                       cama. Después, ya veremos... Llame a la primera puerta que juzgue conveniente... No, no,
                       con mis hombres no, ellos no tienen tiempo, deje en paz a mis hombres ahora. Llame: si le
                       abren pida de comer, caliente, pues tiene necesidad de tomar algo caliente. Nosotros le
                       daremos un pequeño suplemento, frío naturalmente... Si no le responden, entre a pesar de
                       todo y, haya alguien o no, obre como en su casa, todas estos gentes son nuestros criados, les
                       ha llegado el turno... ¡ No tienen más que comportarse bien! No, no, no tenga miedo, a la
                       menor falta de consideración... Entendido, ¿no es así? Venga a verme de nuevo

                       [40] mañana. Hasta entonces ... ¿No está herido?... ¿No está enfermo?... Sí, con toda
                       seguridad, débil, débil solamente. Hasta mañana pues. Y procure encontrar un par de zapatos
                       por ahí... y otro smoking!
                            Al día siguiente volvió. El comandante, sentado en un sillón, estaba de coqueteo con
                       dos personas muy lindas que reían a carcajadas y parecían muy dispuestas a «comportarse
                       bien» en el sentido militar de la expresión cuando se aplica a los civiles del sexo contrario.
                            «La hembra siempre se somete riendo a la ley del vencedor – pensó -. En Francia, en
                       1940... Todas, hijas de Colas Breugnon.». ( )
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                            Pero el otro, inmediatamente:
                            -- ¡Ah, es usted! Le diré pues, desde ayer por la noche he recibido a no pocos como
                       usted: desde el amanecer, mis hombres no dej an. de transportarlos al «Arbeitsdienst»...( )
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                       ¿Qué voy a hacer, Dios mío? ¡Un tren, suponen un tren! ¡Y no tango medios para
                       transportarlos hacia la retaguardia!... Van a morir todos, mi palabra, van a morir todos! Vaya,
                       ¿qué tal era la pensión en la que estuvo?... ¡Ah! ¡Los cochinos! No te preocupes, amigo, estas
                       dos muchachas...
                            -- Bueno – prosigue -. ¿Puede usted andar?... Entonces no vaya al «Arbeitsdienst»...
                       Hacia el oeste, amigo mío, hacia el oeste. Evadido, llegado por sus proplos medios a tierra
                       amiga..., convención de La Haya, deportado, prioridad... A la primera ambulancia que
                       encuentre, hágale señal... En ocho días estará en París... Todos los derechos, se lo digo... Le
                       daremos víveres para el camino. ¿Es esto en realidad todo lo que ha encontrado usted desde
                       ayer por la noche? ¡Va a asustar a las chicas en el camino! ¿Es que no había nada donde ha
                       dormido? ¡Pero hombre, la guerra la hemos ganado nosotros!... ¡ Qué broma más divertida! ¡
                       Ah! Estos franceses nunca aprenderán nada... ¡ Franz!...
                            Un ordenanza, algunas palabras en mezcolanza de inglés y alemán:
                            -- Also, bye, bye!...  Siga al guía, él le dará algunas provisiones para el viaje. Suerte,
                       pero... ¡procure hacerlo mejor la próxima vez !
                            Abundantemente provisto con latas de conservas, azúcar, chocolate, galletas,
                       cigarrillos, etc..., etc..., que no sabía dónde meter,

                       [41] se encontró nuevamente fuera: quería ver el convoy, se dirigió hacia la estación.
                            La gente, paisanos y soldados, iba y venía atareada sobre los andenes, charlaba, se
                       apresuraba. Se apartaron para que pasase: la ropa que llevaba le hacía digno de una especie de
                       consideración. Unos equipos sacaban de los vagones cuerpos semidesnudos, andrajosos,
                       descarnados, sucios, barbudos, enfangados, los paisanos ayudaban y miraban compasivamente


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                         Personaje de una obra de Romain Rolland (N. Del T.)
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                         Campo del Servicio del Trabajo.

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