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todos. Si puedo conseguirlo me sentiré orgulloso de haber podido salvar al mundo de la
muerte. Habré salvado al mundo del lazo de la muerte que ahora mismo tiene alrededor
de su cuello, gracias a los esfuerzos de Duryodhana. Tu rey se equivoca al hablar así
de nuestro rey. Por favor, dile que si ese estúpido jovenzuelo de Duryodhana no se
decide a devolverle a Yudhisthira el reino que le pertenece, Yudhisthira y sus hermanos
responderán a las palabras del rey con sus flechas.
»Hay un árbol que crece en Hastinapura. Y ese árbol se llama Duryodhana, su tronco
es Radheya, sus ramas son Sakuni y Dussasana son sus flores y frutos. La raíz de este
árbol es un hombre llamado Dhritarashtra. Una vez visto ese árbol maldito, fíjate en
este otro árbol. Este árbol se llama Yudhisthira, su tronco es Arjuna, sus ramas son
Bhima; Nakula y Shadeva son sus flores y frutos. La raíz de este árbol de bondad, soy yo
mismo. Considera esto que te digo, Sanjaya, piensa razonablemente y decide qué árbol
seguirá con vida a través de esa tormenta llamada guerra y cuál será derribado al suelo.
Ya puedes ir a reunirte con tu rey y darle nuestra respuesta a su mensaje de paz. Los
pandavas están listos para abandonar las armas, yo me tomaré esa responsabilidad, pero
sólo si se le devuelve Indraprastha a Yudhisthira.
Sanjaya se despidió de los pandavas, diciendo:
—Yudhisthira, debes comprender la embarazosa situación en la que me ha puesto
mi rey, tú y tus hermanos y tu querido Krishna debéis considerarme con afecto. Yo
solamente soy el vehículo de los pensamientos del rey, yo no comparto sus sentimientos
ni tampoco los apruebo. Os deseo que os vaya bien. Por favor, dejadme saber el mensaje
que les he de transmitir de vuestra parte.
Yudhisthira dijo:
—Sanjaya, nosotros siempre te hemos apreciado, incluso cuando éramos niños nos
apreciabas tanto como nuestro querido tío Vidura. Tú estabas presente durante el juego
de dados y conoces todas las indignidades que tuvimos que sufrir. No estoy enfadado
en lo más mínimo contigo; el cuenco de oro destinado a contener veneno en él, aún sigue
siendo un cuenco de oro, su naturaleza no cambia debido a lo que contiene. Tú has sido
un buen amigo de los pandavas, por favor, transmíteles mis mejores deseos a la gente de
Hastinapura, saluda a todos de mi parte. Diles a todos individualmente que les deseo
que les vaya bien. Luego dile a Duryodhana lo que voy a decirte ahora: « Duryodhana,
este deseo pertinaz que siempre está haciendo música en tu corazón; tu deseo de ser
dueño de todo el reino de los kurus, es un deseo vano. En cuanto a nosotros, no queremos
hacer nada desagradable. De hecho queremos que todo sea agradable. Tú eres un gran
rey, así que compórtate como un gran rey y devuélveme mi Indraprastha; si no, lucharás
conmigo. Quiero volver a gobernar mi reino. Espero que seas lo suficientemente sensato
como para tener en cuenta mis palabras. »
A Arjuna no le gustó este mensaje tan suave y dijo: