Page 118 - Pacto de silencio
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no  atribuyeron  ninguna  relación  con  el  proceso  porque  buscaban
                 exclusivamente oleoanilidas o sus derivados.
                 »De  ser  esto  cierto,  ¿dónde  está  el  espíritu  y  el  rigor  científico  de  los
                 investigadores  oficiales  que  con  dinero  público  —de  todos  nosotros—  debían

                 llegar  al  fondo  real  de  la  cuestión?  ¿A  determinar  el  tóxico  que  causó  la
                 epidemia y por lo tanto encauzar la curación efectiva de los afectados?».


               El Dr. Antonio Muro Aceña me amplía detalles: «En La Paz una recién nacida
           con veinte días, que sólo se ha estado alimentando de leche materna, solamente en
           lactancia materna, era una paciente del síndrome tóxico. Bueno, pues esa niña, que se

           lo  ha  callado  todo  el  mundo,  sólo  tomaba  lactancia  materna  y  tenía  el  síndrome
           tóxico.  Entonces  dijeron:  “¡Ya  está!  ¡Ya  hemos  descubierto  el  síndrome  tóxico!
           Cogemos, ordeñamos a la madre, analizamos la leche y ya tenemos el producto del

           síndrome  tóxico.”  Se  saca  la  leche,  analizan  y  ¿qué  descubren?  Descubren  que  lo
           único que tenía eran organofosforados. Pero claro, no les interesa y dicen que esto
           fuera: “No lo podemos descubrir.” ¡Anda qué bien! O sea que una niña que sólo se
           alimenta de leche materna, que lo único que tiene la leche son organofosforados, y
           me dicen que no es nada y que esto no es el síndrome tóxico. Oiga: está muy bien.

           Esto estamos aún donde me oyes por mayo o junio de 1981. Cuidado, porque ya se
           está diciendo lo de los organofosforados y demás. Y dijeron: “Miren, pues esto no
           son, como dicen que son organofosforados y por el aceite no hemos encontrado los

           organofosforados, pues no son los organofosforados.” Oiga: ¿no será que no es el
           aceite? Porque la niña está tomando esto, y si la niña ha enfermado, no enferma del
           aire».
               El caso vuelve a aflorar en una carta que por lo demás no tiene desperdicio. Se la
           envía con fecha 6 de junio de 1982 el Dr. Fernando Montoro Jiménez, del PSOE y de

           la  UGT  —que  medio  año  más  tarde  sería  nombrado  subdirector  general  de
           Establecimientos  y  Asistencia  Farmacéutica—,  al  secretario  del  área  de  Acción
           Social  del  PSOE  y  diputado  socialista  a  Cortes  por  Murcia.  Ciríaco  de  Vicente.

           Presten atención:

                 «Querido  Ciríaco:  he  leído  el  informe  sobre  el  envenenamiento  masivo  para
                 utilizarle  en  el  debate  del  día  8.  Te  manifiesto  que,  aun  poniendo  mis  cinco
                 sentidos y toda mi buena voluntad me ha sido imposible la corrección de dicho
                 panfleto. Además de tener una redacción enrevesada, poco castellana y mala,

                 los conceptos científicos están tan equivocados que impiden la corrección, si no
                 es cambiándolo todo. Hay un desconocimiento de lo que es la investigación y de
                 cómo debía haberse tratado el problema. Hay una cosa básica: de las reuniones
                 de la Comisión Científica de los viernes en el Ministerio de Sanidad —yo he

                 asistido a todas— puede afirmarse que, a nivel científico, hoy se duda que el
                 aceite  sea  la  causa  del  síndrome.  Los  estudios  epidemiológicos  han  sido  un
                 desastre.  En  un  aceite,  el  alarmarse  por  no  cumplir  más  especificaciones  es



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