Page 64 - Pacto de silencio
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14. Trombosis vasculares.»
Ya solamente con estos criterios de determinación de la enfermedad, se está
influyendo en la mentalidad del médico y del propio paciente en el sentido de que la
dolencia aparecida fue causada por el consumo de aceite tóxico. Salta a la vista que el
primer criterio mayor así lo determina, cuando —insisto una vez, más— esta
suposición no se aguanta por ningún razonamiento, ni toxicológico ni
epidemiológico, como tendremos ocasión de comprobar. El paciente tenía que haber
tomado aceite presuntamente tóxico, si quería ser admitido en el censo de afectados
por el síndrome tóxico: «¡Cuántas reuniones hemos tenido con Tabuenca en el
Hospital Provincial aquí en Madrid, delante de los afectados, y nunca jamás quisieron
saber nada (los responsables de la Administración) que no fuera el aceite! O sea, que
cuando ves que como médico te dicen a mediados de junio, que un síntoma para
diagnosticar aquellas personas que sean de esta guerra —es decir del síndrome tóxico
— es el que hayan consumido el aceite tóxico, y que si no, no lo son, te echas a reír,
claro, Bueno, pues así serían anécdotas, anécdotas y anécdotas a lo largo de esos
primeros cuatro años…», se lamentaría el entonces jefe de Sanidad de Torrejón.
Y el Dr. Javier Martínez, epidemiólogo, se lamentaba de lo mismo en su área de
investigación: «En plena psicosis contra el aceite, cuando todos los medios de
comunicación machacaban a la opinión pública afirmando que había sido el aceite el
causante de la intoxicación, en esos momentos les pones el micrófono a la gente y
¡claro!, tienen aceite. Y entonces ocurre una cosa muy curiosa, y es que los que están
afectados dicen que han tomado el aceite, entre otras razones porque si no has tomado
el aceite, no eres afectado; y esto, aunque parezca broma y chiste, es cierto.
Efectivamente, el que decía que no había tomado el aceite, no entraba en el censo;
pero esto no es chiste. Pero hay cantidad de afectados del síndrome tóxico que
afirman no haber consumido jamas el aceite presuntamente tóxico. No hay nada más
que ver por ejemplo el caso de la mujer del abogado José Merino Ruiz, que hasta el
momento de su muerte insistió en que no había tomado este tipo de aceite. Y que
constituye además uno de los pocos casos así de clase alta que enfermaron».
Otros casos de afectados habidos entre representantes de la clase alta —
contrariamente a la opinión generalizada de que el síndrome tóxico cundió
únicamente entre la clase media-baja— pueden hallarse por ejemplo en familiares
muy cercanos al anterior fiscal general del Estado, Luis Antonio Burón Barba; al
abogado Emiliano Suena; al arquitecto Rafael de la Joya; al escritor Emilio Romero;
al Dr. Antonio Corralero, etc.
El Dr. Antonio Muro Aceña acabaría de redondear el panorama de la
manipulación oficial en lo referente a la necesaria culpabilidad impuesta del aceite:
«Cuidado que a todos los afectados, cuando empezaron a venir las indemnizaciones y
los pagos del Estado, les dijeron que el que no haya tomado aceite de colza, no
cobraba. Pues claro, todo el mundo dice que tomó aceite». Naturalmente se refiere a
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