Page 108 - El judío internacional
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existir conjuntamente, no porque se preocupe el judío del lado positivo de la teoría radical, no
                       porque desea participar en el nacionalismo no-judío, ni en la democracia no-judía, sino porque
                                                      cualquier forma no-judía del Estado le inspira franco odio”.

                                                                                            EUSTACE PERCY

                                                            XIX
                              LA U.R.S.S. (RUSIA COMUNISTA) HECHURA DEL PANJUDAISMO

                  Cuando se desee saber lo que piensan o quieren los jefes judíos en los Estados Unidos de
                  Norteamérica, o en otros países, no debemos atenernos a las palabras destinadas a ser oídas por
                  los pueblos no-judíos, sino a las dirigidas a sus propios hermanos de raza. Que se considere el judío
                  predestinado a dominar al mundo entero, sintiéndose por ello miembro de un pueblo o de una raza
                  netamente distinta a todas las otras; que considere el resto del mundo no judío, campo legal de
                  explotación, del que puede beneficiarse por preceptos morales inferiores y practique los principios
                  establecidos en los Protocolos sionistas; de todas estas hipótesis únicamente puede hallarse una
                  tesis fidedigna rebuscando en palabras dirigidas a su propio pueblo, pero jamás en las destinadas a
                  los infieles.

                  Los apellidos hebreos que con mayor frecuencia se repiten en la prensa, no nos muestran, ni con
                  mucho, a todos los jefes israelitas, sino que solo representan un grupo escogido, o sea los
                  representantes de la sección de propaganda entre los no judíos. Manifestase a veces esta
                  propaganda en formas de donativos para obras caritativas cristianas, otras aparece como
                  interpretación "liberal" de asunto religiosos, sociales o políticos. Sea cual fuere la forma en que se
                  presente, desarrolla siempre bajo la careta de acontecimientos sobre los que se concentran las
                  miradas y el sufrimiento de los no-judíos.

                  Estos juicios y asertos se apoyan en pruebas inequívocas y en afirmaciones emanadas de boca
                  misma de jefes hebreos. Rebatiendo, pues, los judíos, nuestros asertos, rebatirán algo que
                  propagan sus propios jefes. Esto solo se explica en el supuesto de que nuestras averiguaciones no
                  hubieran profundizado hasta el punto exacto, que ellos quisieran ocultar.

                  Se rebate con ahínco nuestra afirmación de que el bolcheviquismo, sea en Rusia o en los Estados
                  Unidos, es un producto judío. Constituye esta negación uno de los más evidentes ejemplos de
                  procaz ambigüedad. Ante los no-judíos se niega el carácter hebreo del bolcheviquismo, mientras
                  que en el seno de la comunidad israelita, o expresado en los más raros dialectos judíos, u oculto
                  también en la prensa judía nacionalista y frente a los judíos mismos, se descubren orgullosas
                  protestas de que el bolcheviquismo es genuinamente judío.

                  A fin de eludir la terriblemente seria inculpación de los asesinatos en masa, de destrucciones, robo
                  y muerte por hambre, en unión de la más abominable fraseología humanitaria en Rusia actual,
                  cuyo horrible crimen en su totalidad no es posible aun describir, ni menos concebir, la propaganda
                  hebrea se aferra únicamente a dos nimiedades. Afirmase por un lado que Kerensky, precursor del
                  bolcheviquismo no era judío. Salta a la vista, empero, que no puede haber prueba más convincente
                  en pro del carácter hebreo del bolcheviquismo que esta afirmación judía tan altamente proclamada,
                  de que dos de sus cabecillas no son israelitas. Resulta, en verdad, flojo renegar, de entre
                  centenares, solo de dos personas, sobre todo cuando esto no influye en absoluto sobre la
                  verdadera nacionalidad de Kerensky. Su apellido real es Adler (águila), siendo su padre hebreo y
                  hebrea su madre. Fallecido su padre, caso nuevamente su madre con un ruso de apellido Kerensky,
                  nombre que adopto también el estadista y abogado. Su origen no ofreció jamás la menor duda
                  entre los elementos radicales que se sirvieron de este como instrumento, entre los poderosos que
                  le indujeron a clavar el primer clavo en el ataúd de Rusia, y entre los soldados que lucharon bajo
                  sus órdenes.







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