Page 67 - El judío internacional
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La nación judía es, verdaderamente, la única que conoce los secretos de todas las otras naciones.
Ninguna nación puede guardar cierto tiempo el mínimo secreto, que se refiera a otra nación
cualquiera, pero tampoco ninguna conoce los secretos de las otras que se refieran a ella misma.
Seria exagerado afirmar que los judíos internacionales posean absolutamente todos estos
conocimientos. Muchos son de escaso valor, y la posesión de dichos conocimientos no aumentaría
su poderío. Lo esencial es el hecho de que los hebreos tienen acceso a todos los secretos de
Estado, y que pueden saber todo lo que deseen saber. Esto podrían atestiguarlo muchos legajos, y
¡cuantos archiveros de actas secretas podrían hablar si así lo quisieran! La única diplomacia secreta
es aquella que confía los llamados secretos a contadas personas, pertenecientes a una determinada
raza. El superficial mar rizado de la diplomacia, la presunción que trasunta las memorias de
ancianos joviales, que se llaman estadistas, todos esos convenios y conferencias con títulos
retumbantes, como si verdaderamente significaran algo, todo es juego de niños comparado con la
diplomacia de Judá y con su inimitable arte de sonsacar el saber y el pensar más íntimos de cada
núcleo imperante. En estos hechos no son una excepción los Estados Unidos, y acaso no haya un
segundo gobierno que este tan incondicionalmente al servicio del judío internacional, como el
nuestro de hoy. Esta hegemonía fue alcanzada por el judío en el transcurso de estos últimos cinco
o seis años.
Resulta del Protocolo 11, que los judíos consideran su dispersión en el mundo entero como una
suerte y una ventaja según la voluntad de Dios, pues así el plan de su hegemonía mundial se
realizara mucho mejor. "Dios nos concedió a nosotros, a su pueblo predilecto, la dispersión como
una bendición, siendo esta, que al mundo le pareció ser nuestra debilidad, nuestra fuerza mayor.
Ella nos lleva hasta el umbral del dominio de la tierra habitada".
Parecen tan exorbitantes los propósitos reflejados en el texto del Protocolo 9º, que puede apenas
suponerse que tales palabras puedan jamás llegar a traducirse en hechos. Realmente existe un
punto donde coinciden palabras y realidad: "A fin de no destruir antes de hora las instituciones de
los infieles, hemos puesto nuestra mano sobre ellas en forma decisiva, descomponiendo sus
resortes. Otrora estaban exacta y cabalmente ordenadas, pero nosot os las hemos reemplazado por r
una administración "liberalmente" desorganizada y partidista. Hemos conquistado influencia sobre
justicia, leyes electorales, prensa, libertad personal, y especialmente en la educación y cultura,
pilares maestros de toda existencia humana libre. Por medio de métodos educativos teóricos y
prácticos, que reconocemos como falsos, pero que hemos inspirado, desorientamos, atrofiamos y
desmoralizamos a la mocedad infiel. De las legislaturas vigentes sin modificaciones propiamente
r
tr
dichas, solo por mixtificación en su interpretación contradictoria, noso os c eamos una obra
verdaderamente abrumadora en sus efectos".
Es sabido que aunque la atmósfera no estuviere tan cargada de teorías de "libertad" y de
proclamaciones de "derechos", como en la actualidad, se esta verificando un constante
aniquilamiento de las "libertades personales". En vez de libertad social se sojuzgan los pueblos
mediante innumerables frases socialistas bajo una tutela oficial antes nunca conocida. La "higiene
publica" proporciona un pretexto. Apenas si pueden hoy los niños jugar libremente, si no es bajo la
inspección de guardianes oficiales, entre los cuales se destaca la existencia de numerosos judíos.
Las calles no son libres como antaño, y leyes de toda índole mutilan las más inocentes libertades
populares. Una tendencia de unificación maquinal, basada en una teoría sumamente "sabia", vase
desplegando en nuestra existencia privada y pública, y lo raro es que siempre que el investigador
llega hasta el centro ordenador de estas tendencias molestas al bienestar publico, encuentra, al fin,
al judío en el puesto decisivo. Se apartan los niños de su natural "centro social", o sea del hogar
familiar, y van hacia otros "centros" (nos referimos aquí a niños no-judíos; a nadie se le permitiría
inmiscuirse en la educación de niños judíos), se alejan de sus tutores propios, de su casa paterna,
iglesia y escuela, y se entregan a "centros", "enseñanzas científicas", y otras instituciones "bajo
dirección idónea"; sistema que habitúa al niño a no confiarse a la comunidad natural, sino a
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