Page 104 - Teodoro Herzl El Estado Judio
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EL ESTADO JUDÍO
            Después de una entrevista de dos horas y media, levanta la sesión.
         Me tiende su mano, retiene la mía mucho tiempo y me despide con
         palabras alentadoras: espero que Ud. conseguirá su propósito.
            Salí con Hechler, pasando delante de los lacayos y de los guardias,
         asombrados de la duración de esa audiencia.
            Estaba un poco embriagado por el éxito de la entrevista y sólo pu-
         de decir a Hechler: “Es un hombre maravilloso”. ¡Y así es en realidad!

                                                      26 de abril de 1896.
            Al entrar ayer, a mediodía, en el Expreso Oriente, en Munich,
         me encontré con Hechler. En el compartimiento desplegó sus ma-
         pas de la Palestina y me dio diversas explicaciones, durante horas.
         Las montañas de Capadosia deberán constituir la frontera norte y el
         canal de Suez, la sur. El lema: ¡La Palestina de los tiempos de Da-
         vid y de Salomón!

         (Fragmento de una carta al Gran Duque de Bade)
            Si la voluntad de Dios nos devolviera nuestra patria histórica, trae-
         remos, como portadores de la civilización occidental, prosperidad,
         orden y pureza a este rincón abandonado e infestado del Oriente.
         Deberemos hacerlo para poder subsistir y esta obligación será una
         tarea excelente para nuestro pueblo. Los detalles están precisados en
         mi “Estado Judío”.
            Las grandes cosas no tienen necesidad de un fundamento firme.
         Debemos poner una manzana sobre la mesa para que no se caiga,
         pero la tierra está suspendida en el espacio. Así podré crear y funda-
         mentar el Estado de los Judíos, sin punto sólido. El secreto reside en
         el movimiento. (Supongo que por estos medios inventarán el dirigi-
         ble). La gravedad será vencida por el movimiento; habrá que dirigir,
         no a la aeronave, sino a sus movimientos.


                                                    18 de mayo de 1896.
            Nordau me ha escrito que, acompañado por Tzador-Kahn, visitó a
         Edmundo de Rotschild. La audiencia duró 63 minutos, de los cuales
         Rotschild habló 53 minutos y Nordau, “con gran dificultad”, solamen-
         te 10. Rotschild no quiere saber nada del proyecto. No cree que se
         podrá obtener alguna cosa del Sultán y, de todas maneras, no piensa


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