Page 109 - Teodoro Herzl El Estado Judio
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THEODOR HERZL
               Les exigí comenzar la organización de cuadros.
               Et nous voilá repartis de París. Esta magnífica ciudad jamás me
            ha encantado tanto como hoy, el día de la despedida. ¿Cuándo vol-
            veré a ver París?
               Entrevista prolongada con el ingeniero Kremenetzky. Es un ar-
            diente sionista y tiene ideas modernas. Me habla del establecimien-
            to de grandes industrias químicas a las orillas del Mar Muerto, para
            la explotación de sus riquezas salinas. Los afluentes de agua dulce
            deberán ser desviados y el agua utilizada. Reemplazar el curso del
            agua por un canal proveniente del Mar Mediterráneo; debido a las
            montañas, el canal será, en parte subterráneo (una curiosidad mun-
            dial), y la diferencia de nivel entre los dos mares será aprovechada
            para la producción de fuerza motriz. Miles de caballos de fuerza. La
            Palestina dispondrá, también, de fuerza hidráulica para la produc-
            ción eléctrica.
               Debemos fundar una asociación nacional para repoblar el país
            con árboles. Cada judío dotará, por lo menos, un árbol. ¡Diez millo-
            nes de árboles!

                                                    16 de setiembre de 1896.
               Recibí de Jerusalem un mensaje de simpatía entusiasta y emocio-
            nante. Guillermo Gros, que me envía la resolución, me escribe que
            los signatarios son las personas más destacadas de Jerusalem.

                                               (Viena), 5 de octubre de 1896.
               Desde mis últimas anotaciones, pasaron días difíciles y complica-
            dos, con muchas preocupaciones y disgustos. Traté con personas del
            mundo de los negocios y de la política, y lamento muchas veces ha-
            ber tenido que abandonar el campo de la literatura para caer, por un
            tiempo determinado, en esta sociedad.


                                                      13 de octubre de 1896.
               Debo confesar: estoy desmoralizado. De ninguna parte viene
            ayuda y de todos lados me atacan. Nordau me escribe de París que
            no hay persona que haga algo. Los Macabeos de Londres se mues-
            tran cada día más Pickwickians, según los informes de mi fiel ami-
            go De Haas. En Alemania sólo tengo adversarios. Los rusos siguen


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