Page 105 - Teodoro Herzl El Estado Judio
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THEODOR HERZL
            ayudar. Considera mis esfuerzos como peligrosos, porque despiertan
            sospechas sobre el patriotismo de los judíos, y son nocivos para sus
            colonias palestinenses. Pasamos pues, sin él, al orden del día.
               En relación a esto, es un poco divertido leer hoy los despachos de
            París sobre las manifestaciones contra los judíos y particularmente
            contra los Rotschild. Delante de la misma casa de la calle Lafitte,
            donde Edmundo Rotschild rehusó, el viernes, recibir a mi amigo Nor-
            dau, gritaba la muchedumbre, el domingo: “¡Abajo los judíos!”.

                                                        21 de mayo de 1896.
               Silvia de Avigdor me escribe de Londres que Samuel Montagu ha
            enviado a Gladstone su traducción del “Estado Judío”. Gladstone ex-
            presó su simpatía en una amable carta.

                                                        29 de mayo de 1896.
               Nuestro colaborador Schutz nos envía un feuilleton sobre su visi-
            ta al conde León Tolstoi cerca de Moscú. Al mismo tiempo me man-
            da una carta postal para decirme que Tolstoi ha hecho mención de
            mi folleto.

                                                         1° de junio de 1896.
               Mi feuilleton de ayer, “El Dirigible”, ha sido interpretado como
            una alegoría sobre el “Estado Judío”.

                                                         15 de junio de 1896.
               De noche en el compartimiento, después de haber entrado solo
            en el Expreso-Oriente. Nevlinsky me dijo que viajan con nosotros al-
            gunos Pajás, al coronamiento de Moscú, y el más destacado de ellos
            es Ziad Pajá, el jefe de la delegación turca. Ayer, por la mañana, Nev-
            linsky me presentó a Ziad Pajá, a Karatheodory y a Tewfik Pajá, em-
            bajador en Belgrado. Nevlinsky informó a Ziad Pajá, el más impor-
            tante de las tres excelencias, de los propósitos de mi viaje a Constan-
            tinopla. Ziad manifestó vivo interés...


               En Sofía me esperaba una escena impresionante. En el andén ha-
            bía una multitud que venía a mi encuentro. Había olvidado comple-
            tamente que era el causante de este espectáculo. Hombres, mujeres,


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