Page 107 - Teodoro Herzl El Estado Judio
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THEODOR HERZL
            son los ya usados y mis contestaciones son las ya conocidas. Fue-
            ra de dos, el economista Levy y un ruso cuyo nombre no alcancé
            a oír, hasta mis adversarios, discuten con deferencia y respeto. L.
            Wolf propone la constitución de una Comisión de estudio de mi
            proyecto.

                                                           8 de julio de 1896.
               Quieren organizar un meeting popular para el domingo próxi-
            mo. Pero Montagu se opone y cree que es prematura hablar en
            la zona electoral en la cual el meeting debe efectuarse (Eastend).
            No he decidido todavía. Flectere si nequeo superos Acheronta
            movebo.

                                                         11 de julio de 1896.
               Desayuno en casa de Montagu, con el coronel Goldsmid y un ju-
            dío polaco, L..., establecido en Londres. Los tres están inquietos por
            la asamblea de mañana en Eastend. Es prematura y agitará a las ma-
            sas. Contesté que no quería un movimiento demagógico pero que,
            en último caso, me dirigiría también a las masas.

                                              15 de julio de 1896 (Folkstone).
               Experimenté una sensación particular en la tribuna obrera, el do-
            mingo. Vi y escuché cómo nace mi leyenda. El pueblo es sentimen-
            tal y las masas no ven con claridad. Creo que ya no tienen sobre mí
            una idea exacta. Una ligera bruma me envuelve, que tal vez se trans-
            forme en una nube en la que andaré. Pero si ellos no ven nítidamen-
            te mis rasgos, sienten que busco su bien y que soy el hombre de los
            pobres. Es probable que dispensen a un hábil impostor el mismo
            amor que a mí; pero yo no les engaño. Tal vez esto que anoto aho-
            ra sea lo más interesante de estos libros: cómo nace mi leyenda. Y
            desde que escuché, desde esta tribuna popular, las aclamaciones y di-
            chos de mis partidarios, me propuse ser cada vez más digno de su
            confianza y amor.


                                                         17 de julio de 1896.
               Nuevamente en París. Hablé con Bernardo Lazare. Tipo magní-
            fico de judío francés, bueno e inteligente.


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