Page 116 - Teodoro Herzl El Estado Judio
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EL ESTADO JUDÍO
         más que la expresión concreta; pero el Estado propiamente dicho, es
         siempre una abstracción, aun  mismo donde el territorio existe. La Igle-
         sia es un Estado sin territorio, de otra manera el Papa no sería sobera-
         no. Creé en Basilea esta abstracción, que por este mismo carácter, que-
         dará invisible a la mayoría de los hombres. ¡Y con qué medios ínfimos!
         Introduje lentamente a los hombres en una efervescencia nacional, in-
         culcándoles el sentimiento que ellos constituirán la Asamblea Nacional.

            El Congreso fue sublime. Entré una vez en la sala mientras Nor-
         dau presidía. La larga mesa verde sobre el estrado, el sillón presiden-
         cial, la tribuna decorada con telones verdes, la mesa de los estenó-
         grafos y de los periodistas, me causaron una impresión tan fuerte que
         abandoné rápidamente la sala para no descubrir mi emoción. Com-
         prendí luego, por qué pude mantener mi calma, mientras que todos
         los otros estaban sobreexcitados y exaltados. No me dí cuenta del as-
         pecto grandioso del Congreso en esta austera sala de conciertos, de
         paredes grises y carentes de todo adorno. De tener esta escena an-
         te mí, seguramente estaría tan emocionado como ellos.

                                                  6 de setiembre de 1897.
            Un recuerdo de Basilea: por consideración a los sentimientos re-
         ligiosos, fui al Templo, el sábado anterior al Congreso. El presidente
         de la Comunidad me llamó para la lectura de la Torá. Marcos de Me-
         rán, el cuñado de mi buen amigo Beer de Paría, me había enseñado
         la brajá. Pero subiendo los peldaños del altar me sentí muy agitado
         como no lo había estado antes durante todo el Congreso, y las po-
         cas palabras hebreas de la brajá me causaron una congoja mayor
         que al pronunciar mis discursos de inauguración y de clausura del
         Congreso, y al dirigir todos los debates.

                                                   17 de octubre de 1897.
            Durante los días libres me siento muy fatigado y durante los días
         de trabajo, demasiado ocupado para anotar el menor suceso en este
         Diario. Se empobrece mientras que el Movimiento se enriquece. Des-
         de que comencé a escribir la novela de mi vida, anotaba en estas ho-
         jas todo lo que ensombrecía o iluminaba mi existencia. Ahora tiene
         esto más un carácter exterior; siento cada vez mayor responsabilidad


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