Page 115 - Teodoro Herzl El Estado Judio
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THEODOR HERZL
las curiosidades maravillosas del Congreso será que, en Basilea, se
reunirán todos los hilos de mi trama. Hechler y Nevlinsky, y todos los
que trabajaron, bajo mi dirección, en la creación del movimiento po-
pular. Será una de mis tareas más importantes, el tenerlos a la dis-
tancia uno del otro, porque podrían perder su fe en mí o en la cau-
sa, si se percatasen con qué facilidad he levantado este edificio. Es
como las maravillas de la fuerza de equilibrio, que antes parecen in-
verosímiles y resultan tan naturales una vez logradas.
30 de agosto de 1897, Basilea.
No tengo necesidad de describir la historia de la jornada de ayer;
otros ya lo hicieron. Me mantuve en calma, observando los menores
detalles. La mayoría del público estaba emocionado; conservé mi
tranquilidad como la debe conservar el que ve cumplirse los aconte-
cimientos que él mismo ha provocado. Solamente cuando, después
de haber sido electo presidente, por aclamación, ocupé el sillón pre-
sidencial y encontré entre mi correspondencia la primera carta de mi
hijo Hans, experimenté una profunda emoción. Escribí de la mesa
presidencial, que no sobreestimo por su brillo actual, pero cuyo va-
lor aumentará con el transcurso de los años, a mis padres, esposa, a
cada uno de mis hijos, Paulina, Hans y Trude. Esta fue, tal vez, mi
primera acción infantil durante estos dos años.
3 de setiembre de 1897, Viena.
El bullicio de estos últimos días, los más importantes desde la
adopción de la idea en París, se apaciguó finalmente. Estuve en Ba-
silea y durante mi viaje de retorno estaba demasiado fatigado para
poder hacer las anotaciones en mi Diario; anotaciones que son aho-
ra más necesarias que nunca, porque los demás también reconocen
que nuestro Movimiento ha entrado en la Historia.
Si quisiera resumir el Congreso de Basilea en una fórmula que me
cuidaré de no pronunciarla públicamente, diría: en Basilea he creado el
Estado Judío. Si lo dijera en voz alta, recibiría como respuesta el estalli-
do de una carcajada general. Pero dentro de cinco años, y a lo sumo,
dentro de cincuenta años, todos lo admitirán. La esencia del Estado re-
side en la voluntad política del pueblo, a veces concentrada en la de una
eminente personalidad (El Estado soy yo –Luis XIV). El territorio no es
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