Page 18 - Teodoro Herzl El Estado Judio
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EL ESTADO JUDÍO
            Hasta el surgimiento de Herzl, era el pueblo judío sólo un objeto,
         un juguete, en manos de fuerzas políticas foráneas, que decidían en
         su favor o en su contra. Herzl transformó este polvo humano, que
         cualquier viento extraño, existente o imaginario, manejaba a su an-
         tojo entre las olas de la historia, en un pueblo capaz de poner en ac-
         ción su voluntad nacional, capaz de convertirse en un factor impor-
         tante en la liza internacional. Herzl fue el creador de la fuerza polí-
         tica judía renovada; él fijó con tres simples, claras y significativas pa-
         labras, el objetivo político del pueblo: “El Estado Judío”, y creó tam-
         bién los medios, los instrumentos y las fuerzas necesarias para la ma-
         terialización de dicho objetivo. Herzl comprendió, que a pesar de su
         dispersión y mutua desvinculación, constituye el pueblo judío una
         fuerza, que se pondrá de manifiesto con sólo saber cómo cristalizar
         y emplear sus energías. Y él infundió en el pueblo esta voluntad, es-
         te conocimiento.
            Hasta la aparición de Herzl existían, en el seno del pueblo judío,
         dos concepciones opuestas y erróneas por igual, sobre la posición
         de los judíos en el concierto de los pueblos: La primera era la con-
         cepción del gueto, según la cual existe entre los judíos y el resto de
         los pueblos un profundo abismo, sin ningún puente que permita
         cruzarlo, y que hasta la llegada del redentor no tienen los judíos
         más remedio que permanecer indefensos e impotentes, dependien-
         do de la misericordia de extraños. La concepción opuesta a ésta
         era la de la asimilación, en cuyo ambiente creció y se educó Herzl,
         que sostenía que los judíos no constituyen un pueblo, y que sólo un
         muro vano y pasajero, formado por restos de conceptos y creen-
         cias arcaicas, los separa de sus vecinos, los gentiles. Y si sólo su-
         piesen los judíos asemejarse a sus vecinos en el idioma, en el ves-
         tir, en sus maneras, en su conversación e intereses, desaparecerían
         las diferencias y cesaría esa conducta judía específica y diferente
         convirtiéndose, en consecuencia, en parte orgánica e integral de
         los “goiem” en cuyo seno habitan.
            Herzl se liberó de esta concepción, siendo joven, gracias a su agu-
         da observación de la realidad judía, al presenciar las persecuciones
         de que los judíos eran objeto. Y así retornó al pueblo judío, sin acep-
         tar la concepción del gueto, de la impotencia de los judíos hasta la
         llegada del Mesías.


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