Page 92 - Teodoro Herzl El Estado Judio
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EL ESTADO JUDÍO
Además, los países tendrían la ventaja de que su comercio de ex-
portación aumentaría, puesto que los judíos emigrantes, debiendo
recurrir durante mucho tiempo a los productos europeos, tendrían
que importarlos forzosamente. Los grupos locales harían un arreglo
especial, por las necesidades habituales tendrían que ser satisfechas
durante mucho tiempo con artículos provenientes de los lugares de
costumbre.
Uno de los mayores beneficios sería, ciertamente, el alivio social.
El descontento podría ser calmado por un lapso que duraría quizás
veinte años, tal vez más, de todos modos el tiempo que comprendie-
ra la emigración judía.
El aspecto de las cuestiones sociales depende, en especial, del
desenvolvimiento de los medios técnicos. El vapor ha reunido a los
hombres en derredor de las máquinas de las fábricas, donde se
apretujan los unos contra los otros y son desdichados los unos por
causa de los otros. La producción es enorme, sin elección, sin
plan, conduce en todo momento a agudas crisis, en las que se
arruinan fabricantes y obreros. El vapor ha estrechado a los hom-
bres unos con otros; la aplicación de la electricidad los diseminará
probablemente y los llevará a condiciones de trabajo más dichosas.
De todos modos, los inventores técnicos, los verdaderos benefac-
tores de la humanidad, aun después de iniciarse la emigración ju-
día, seguirán trabajando y, como es de esperar, inventarán cosas
tan maravillosas como hasta el presente ¡qué digo! cosas cada vez
más maravillosas.
La palabra “imposible” ya parece haber desaparecido de la termi-
nología técnica. Si retornara un hombre del siglo pasado, hallaría
que toda nuestra vida está llena de encantamientos incomprensibles.
Donde aparecemos nosotros, los modernos, con nuestros recursos,
transformamos un desierto en un jardín. Para la creación de ciuda-
des nos bastan tantos años como siglos se necesitaban en las prime-
ras épocas de la historia; lo confirman innumerables ejemplo en
América. Ha sido vencido el gran obstáculo de las distancias. Las ar-
cas del espíritu moderno contienen aún riquezas sin cuento; cada día
se acrecientan y lo que cien mil cabezas imaginan y buscan en todo
el mundo y lo que ha descubierto uno solo, de inmediato pasa a ser
del dominio de todos.
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