Page 101 - Libro Orgullo y Prejuicio
P. 101
seguro de felicidad.
—Hablas de los dos con demasiada dureza —repuso Jane—, y espero que lo
admitirás cuando veas que son felices juntos. Pero dejemos esto. Hiciste alusión
a otra cosa. Mencionaste dos ejemplos. Ya sé de qué se trata, pero te ruego,
querida Lizzy, que no me hagas sufrir culpando a esa persona y diciendo que has
perdido la buena opinión que tenías de él. No debemos estar tan predispuestos a
imaginarnos que nos han herido intencionadamente. No podemos esperar que un
hombre joven y tan vital sea siempre tan circunspecto y comedido. A menudo lo
que nos engaña es únicamente nuestra propia vanidad. Las mujeres nos creemos
que la admiración significa más de lo que es en realidad.
—Y los hombres se cuidan bien de que así sea.
—Si lo hacen premeditadamente, no tienen justificación; pero me parece que
no hay tanta premeditación en el mundo como mucha gente se figura.
—No pretendo atribuir a la premeditación la conducta del señor Bingley; pero
sin querer obrar mal o hacer sufrir a los demás, se pueden cometer errores y
hacer mucho daño. De eso se encargan la inconsciencia, la falta de atención a los
sentimientos de otras personas y la falta de decisión.
—¿Achacas lo ocurrido a algo de eso?
—Sí, a lo último. Pero si sigo hablando, te disgustaré diciendo lo que pienso de
personas que tú estimas. Vale más que procures que me calle.
¿Persistes en suponer, pues, que las hermanas influyen en él?
—Sí, junto con su amigo.
—No lo puedo creer. ¿Por qué iba a hacerlo? Sólo pueden desear su felicidad;
y si él me quiere a mí, ninguna otra mujer podrá proporcionársela.
Tu primera suposición es falsa. Pueden desear muchas cosas además de su
felicidad; pueden desear que aumente su riqueza, con lo que ello trae consigo;
pueden desear que se case con una chica que tenga toda la importancia que da el
dinero, las grandes familias y el orgullo.
—O sea que desean que elija a la señorita Darcy —replicó Jane—; pero
quizá les muevan mejores intenciones de las que crees. La han tratado mucho
más que a mí, es lógico que la quieran más. Pero cualesquiera que sean sus
deseos, es muy poco probable que se hayan opuesto a los de su hermano. ¿Qué
hermana se creería con derecho a hacerlo, a no ser que hubiese algo muy grave
que objetar? Si hubiesen visto que se interesaba mucho por mí, no habrían
procurado separarnos; y si él estuviese efectivamente tan interesado, todos sus
esfuerzos serían inútiles. Al suponer que me quiere, sólo consigues atribuir un mal
comportamiento y una actitud errónea a todo el mundo y hacerme a mí sufrir
más todavía. No me avergüenzo de haberme equivocado y si me avergonzara,
mi sufrimiento no sería nada en comparación con el dolor que me causaría
pensar mal de Bingley o de sus hermanas. Déjame interpretarlo del mejor modo
posible, del modo que lo haga más explicable.