Page 104 - Libro Orgullo y Prejuicio
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Cuando estuvo a solas luego con Elizabeth, volvió a hablar del asunto:
—Parece ser que habría sido un buen partido para Jane —dijo—. Siento que
se haya estropeado. ¡Pero estas cosas ocurren tan a menudo! Un joven como
Bingley, tal y como tú me lo describes, se enamora con facilidad de una chica
bonita por unas cuantas semanas y, si por casualidad se separan, la olvida con la
misma facilidad. Esas inconstancias son muy frecuentes.
—Si hubiera sido así, sería un gran consuelo —dijo Elizabeth—, pero lo
nuestro es diferente. Lo que nos ha pasado no ha sido casualidad. No es tan
frecuente que unos amigos se interpongan y convenzan a un joven independiente
de que deje de pensar en una muchacha de la que estaba locamente enamorado
unos días antes.
—Pero esa expresión, « locamente enamorado» , está tan manida, es tan
ambigua y tan indefinida, que no me dice nada. Lo mismo se aplica a
sentimientos nacidos a la media hora de haberse conocido, que a un cariño fuerte
y verdadero. Explícame cómo era el amor del señor Bingley.
—Nunca vi una atracción más prometedora. Cuando estaba con Jane no
prestaba atención a nadie más, se dedicaba por entero a ella. Cada vez que se
veían era más cierto y evidente. En su propio baile desairó a dos o tres señoritas
al no sacarlas a bailar y yo le dirigí dos veces la palabra sin obtener respuesta.
¿Puede haber síntomas más claros? ¿No es la descortesía con todos los demás, la
esencia misma del amor?
—De esa clase de amor que me figuro que sentía Bingley, sí. ¡Pobre Jane! Lo
siento por ella, pues dado su modo de ser, no olvidará tan fácilmente. Habría sido
mejor que te hubiese ocurrido a ti, Lizzy; tú te habrías resignado más pronto.
Pero ¿crees que podremos convencerla de que venga con nosotros a Londres? Le
conviene un cambio de aires, y puede que descansar un poco de su casa le
vendría mejor que ninguna otra cosa.
A Elizabeth le pareció estupenda esta proposición y no dudó de que su
hermana la aceptaría.
—Supongo —añadió— que no la detendrá el pensar que pueda encontrarse
con ese joven. Vivimos en zonas de la ciudad opuestas, todas nuestras amistades
son tan distintas y, como tú sabes, salimos tan poco, que es muy poco probable
que eso suceda, a no ser que él venga expresamente a verla.
—Y eso es imposible, porque ahora se halla bajo la custodia de su amigo, y el
señor Darcy no permitiría que visitase a Jane en semejante parte de Londres.
Querida tía, ¿qué te parece? Puede que Darcy haya oído hablar de un lugar
como la calle Gracechurch, pero creería que ni las abluciones de todo un mes
serían suficientes para limpiarle de todas sus impurezas, si es que alguna vez se
dignase entrar en esa calle. Y puedes tener por seguro que Bingley no daría un
paso sin él.
—Mucho mejor. Espero que no se vean nunca. Pero ¿no se escribe Jane con