Page 103 - Libro Orgullo y Prejuicio
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CAPÍTULO XXV
      Después de una semana, pasada entre promesas de amor y planes de felicidad,
      Collins  tuvo  que  despedirse  de  su  amada  Charlotte  para  llegar  el  sábado  a
      Hunsford. Pero la pena de la separación se aliviaba por parte de Collins con los
      preparativos que tenía que hacer para la recepción de su novia; pues tenía sus
      razones para creer que a poco de su próximo regreso a Hertfordshire se fijaría el
      día  que  habría  de  hacerle  el  más  feliz  de  los  hombres.  Se  despidió  de  sus
      parientes de Longbourn con la misma solemnidad que la otra vez; deseó de nuevo
      a  sus  bellas  primas  salud  y  venturas,  y  prometió  al  padre  otra  carta  de
      agradecimiento.
        El lunes siguiente, la señora Bennet tuvo el placer de recibir a su hermano y a
      la  esposa  de  éste,  que  venían,  como  de  costumbre,  a  pasar  las  Navidades  en
      Longbourn.  El  señor  Gardiner  era  un  hombre  inteligente  y  caballeroso,  muy
      superior  a  su  hermana  por  naturaleza  y  por  educación.  A  las  damas  de
      Netherfield  se  les  hubiese  hecho  difícil  creer  que  aquel  hombre  que  vivía  del
      comercio  y  se  hallaba  siempre  metido  en  su  almacén,  pudiera  estar  tan  bien
      educado y resultar tan agradable. La señora Gardiner, bastante más joven que la
      señora Bennet y que la señora Philips, era una mujer encantadora y elegante, a
      la que sus sobrinas de Longbourn adoraban. Especialmente las dos mayores, con
      las  que  tenía  una  particular  amistad.  Elizabeth  y  Jane  habían  estado  muchas
      veces en su casa de la capital. Lo primero que hizo la señora Gardiner al llegar
      fue distribuir sus regalos y describir las nuevas modas. Una vez hecho esto, dejó
      de llevar la voz cantante de la conversación; ahora le tocaba escuchar. La señora
      Bennet  tenía  que  contarle  sus  muchas  desdichas  y  sus  muchas  quejas.  Había
      sufrido muchas humillaciones desde la última vez que vio a su cuñada. Dos de sus
      hijas habían estado a punto de casarse, pero luego todo había quedado en nada.
        —No  culpo  a  Jane  —continuó—,  porque  se  habría  casado  con  el  señor
      Bingley, si hubiese podido; pero Elizabeth… ¡Ah, hermana mía!, es muy duro
      pensar que a estas horas podría ser la mujer de Collins si no hubiese sido por su
      testarudez. Le hizo una proposición de matrimonio en esta misma habitación y lo
      rechazó. A consecuencia de ello lady Lucas tendrá una hija casada antes que yo,
      y  la  herencia  de  Longbourn  pasará  a  sus  manos.  Los  Lucas  son  muy  astutos,
      siempre se aprovechan de lo que pueden. Siento tener que hablar de ellos de esta
      forma  pero  es  la  verdad.  Me  pone  muy  nerviosa  y  enferma  que  mi  propia
      familia me contraríe de este modo, y tener vecinos que no piensan más que en sí
      mismos.  Menos  mal  que  tenerte  a  ti  aquí  en  estos  precisos  momentos,  me
      consuela enormemente; me encanta lo que nos cuentas de las mangas largas.
        La  señora  Gardiner,  que  ya  había  tenido  noticias  del  tema  por  la
      correspondencia que mantenía con Jane y Elizabeth, dio una respuesta breve, y
      por compasión a sus sobrinas, cambió de conversación.
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