Page 108 - Libro Orgullo y Prejuicio
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que ya podría contarle algo de los Bingley.
        Su impaciencia por esta segunda carta recibió la recompensa habitual a todas
      las impaciencias: Jane llevaba una semana en la capital sin haber visto o sabido
      nada de Caroline. Sin embargo, se lo explicaba suponiendo que la última carta
      que le mandó a su amiga desde Longbourn se habría perdido.
        « Mi tía —continuó— irá mañana a esa parte de la ciudad y tendré ocasión de
      hacer una visita a Caroline en la calle Grosvenor.»
        Después  de  la  visita  mencionada,  en  la  que  vio  a  la  señorita  Bingley,  Jane
      volvió a escribir: « Caroline no estaba de buen humor, pero se alegró mucho de
      verme y me reprochó que no le hubiese notificado mi llegada a Londres. Por lo
      tanto, yo tenía razón: no había recibido mi carta. Naturalmente, le pregunté por
      su hermano. Me dijo que estaba bien, pero que anda tan ocupado con el señor
      Darcy, que ella apenas le ve. Casualmente esperaban a la señorita Darcy para
      comer; me gustaría verla. Mi visita no fue larga, pues Caroline y la señora Hurst
      tenían que salir. Supongo que pronto vendrán a verme.»
        Elizabeth  movió  la  cabeza  al  leer  la  carta.  Vio  claramente  que  sólo  por
      casualidad podría Bingley descubrir que Jane estaba en Londres.
        Pasaron  cuatro  semanas  sin  que  Jane  supiese  nada  de  él.  Trató  de
      convencerse a sí misma de que no lo lamentaba; pero de lo que no podía estar
      ciega más tiempo, era del desinterés de la señorita Bingley. Después de esperarla
      en casa durante quince días todas las mañanas e inventarle una excusa todas las
      tardes, por fin, recibió su visita; pero la brevedad de la misma y, lo que es más, su
      extraña actitud no dejaron que Jane siguiera engañándose. La carta que escribió
      entonces a su hermana demostraba lo que sentía:
          Estoy  segura,  mi  queridísima  Lizzy,  de  que  serás  incapaz  de
        vanagloriarte a costa mía por tu buen juicio, cuando te confiese que me he
        desengañado  completamente  del  afecto  de  la  señorita  Bingley.  De  todos
        modos, aunque los hechos te hayan dado la razón, no me creas obstinada si
        aún  afirmo  que,  dado  su  comportamiento  conmigo,  mi  confianza  era  tan
        natural como tus recelos. A pesar de todo, no puedo comprender por qué
        motivo quiso ser amiga mía; pero si las cosas se volviesen a repetir, no me
        cabe  la  menor  duda  de  que  me  engañaría  de  nuevo.  Caroline  no  me
        devolvió la visita hasta ayer, y entretanto no recibí ni una nota ni una línea
        suya. Cuando vino se vio bien claro que era contra su voluntad; me dio una
        ligera  disculpa,  meramente  formal,  por  no  haber  venido  antes;  no  dijo
        palabra de cuándo volveríamos a vernos y estaba tan alterada que, cuando
        se  fue,  decidí  firmemente  poner  fin  a  nuestras  relaciones.  Me  da  pena,
        aunque no puedo evitar echarle la culpa a ella. Hizo mal en elegirme a mí
        como  amiga.  Pero  puedo  decir  con  seguridad  que  fue  ella  quien  dio  el
        primer  paso  para  intimar  conmigo.  De  cualquier  modo,  la  compadezco
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