Page 113 - Libro Orgullo y Prejuicio
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—El que a ella no le importe no justifica a Wickham. Sólo demuestra que esa
señorita carece de sentido o de sensibilidad.
—Bueno —exclamó Elizabeth—, como tú quieras. Pongamos que él es un
cazador de dotes y ella una tonta.
—No, Elizabeth, eso es lo que no quiero. Ya sabes que me dolería pensar mal
de un joven que vivió tanto tiempo en Derbyshire.
—¡Ah!, pues si es por esto, yo tengo muy mal concepto de los jóvenes que
viven en Derbyshire, cuyos íntimos amigos, que viven en Hertfordshire, no son
mucho mejores. Estoy harta de todos ellos. Gracias a Dios, mañana voy a un
sitio en donde encontraré a un hombre que no tiene ninguna cualidad agradable,
que no tiene ni modales ni aptitudes para hacerse simpático. Al fin y al cabo, los
hombres estúpidos son los únicos que vale la pena conocer.
—¡Cuidado, Lizzy! Esas palabras suenan demasiado a desengaño.
Antes de separarse por haber terminado la obra, Elizabeth tuvo la inesperada
dicha de que sus tíos la invitasen a acompañarlos en un viaje que pensaban
emprender en el verano.
—Todavía no sabemos hasta dónde iremos —dijo la señora Gardiner—, pero
quizá nos lleguemos hasta los Lagos.
Ningún otro proyecto podía serle a Elizabeth tan agradable. Aceptó la
invitación al instante, sumamente agradecida.
—Querida, queridísima tía —exclamó con entusiasmo—, ¡qué delicia!, ¡qué
felicidad! Me haces revivir, esto me da fuerzas. ¡Adiós al desengaño y al rencor!
¿Qué son los hombres al lado de las rocas y de las montañas? ¡Oh, qué horas de
evasión pasaremos! Y al regresar no seremos como esos viajeros que no son
capaces de dar una idea exacta de nada. Nosotros sabremos adónde hemos ido, y
recordaremos lo que hayamos visto. Los lagos, los ríos y las montañas no estarán
confundidos en nuestra memoria, ni cuando queramos describir un paisaje
determinado nos pondremos a discutir sobre su relativa situación. ¡Qué nuestras
primeras efusiones no sean como las de la mayoría de los viajeros!