Page 109 - Libro Orgullo y Prejuicio
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porque debe de comprender que se ha portado muy mal, y porque estoy
        segura  de  que  la  preocupación  por  su  hermano  fue  la  causa  de  todo.  Y
        aunque  nos  consta  que  esa  preocupación  es  innecesaria,  el  hecho  de
        sentirla justifica su actitud para conmigo, y como él merece cumplidamente
        que  su  hermana  le  adore,  toda  la  inquietud  que  le  inspire  es  natural  y
        apreciable. Pero no puedo menos que preguntarme por qué sigue teniendo
        esos temores, pues si él se hubiese interesado por mí, nos hubiésemos visto
        hace ya mucho tiempo. Él sabe que estoy en la ciudad; lo deduzco por algo
        que  ella  misma  dijo;  y  todavía  parecía,  por  su  modo  de  hablar,  que
        necesitaba  convencerse  a  sí  misma  de  que  Bingley  está  realmente
        interesado por la señorita Darcy. No lo entiendo. Si no temiera juzgar con
        dureza, casi diría que en todo esto hay más vueltas de lo que parece. Pero
        procuraré ahuyentar todos estos penosos pensamientos, y pensaré sólo en
        lo  que  me  hace  ser  feliz:  tu  cariño  y  la  inalterable  bondad  de  nuestros
        queridos tíos. Escríbeme pronto. La señorita Bingley habló de que nunca
        volverían  a  Netherfield  y  de  que  se  desharían  de  la  casa,  pero  no  con
        mucha certeza. Vale más que no mencione estas cosas. Me alegro mucho
        de que hayas tenido tan buenas noticias de nuestros amigos de Hunsford.
        Haz el favor de ir a verlos con sir William y María. Estoy segura de que te
        encontrarás bien allí.
          Tuya,
                                          Jane
        A  Elizabeth  le  dio  un  poco  de  pena  esta  carta,  pero  recuperó  el  ánimo  al
      pensar  que  al  menos  ya  no  volvería  a  dejarse  tomar  el  pelo  por  la  señorita
      Bingley.  Toda  esperanza  con  respecto  al  hermano  se  había  desvanecido  por
      completo. Ni siquiera deseaba que se reanudasen sus relaciones. Cada vez que
      pensaba en él, más le decepcionaba su carácter. Y como un castigo para él y en
      beneficio  de  Jane,  Elizabeth  deseaba  que  se  casara  con  la  hermana  del  señor
      Darcy cuanto antes, pues, por lo que Wickham decía, ella le haría arrepentirse
      con creces por lo que había despreciado.
        A  todo  esto,  la  señora  Gardiner  recordó  a  Elizabeth  su  promesa  acerca  de
      Wickham, y quiso saber cómo andaban las cosas. Las noticias de Elizabeth eran
      más favorables para la tía que para ella misma. El aparente interés de Wickham
      había desaparecido, así como sus atenciones. Ahora era otra a la que admiraba.
      Elizabeth era lo bastante observadora como para darse cuenta de todo, pero lo
      veía  y  escribía  de  ello  sin  mayor  pesar.  No  había  hecho  mucha  mella  en  su
      corazón, y su vanidad quedaba satisfecha con creer que habría sido su preferida
      si su fortuna se lo hubiese permitido. La repentina adquisición de diez mil libras
      era  el  encanto  más  notable  de  la  joven  a  la  que  ahora  Wickham  rendía  su
      atención.  Pero  Elizabeth,  menos  perspicaz  tal  vez  en  este  caso  que  en  el  de
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