Page 105 - Libro Orgullo y Prejuicio
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la hermana? Entonces, la señorita Bingley no tendrá disculpa para no ir a
visitarla.
—Romperá su amistad por completo.
Pero, a pesar de que Elizabeth estuviese tan segura sobre este punto, y, lo que
era aún más interesante, a pesar de que a Bingley le impidiesen ver a Jane, la
señora Gardiner se convenció, después de examinarlo bien, de que había todavía
una esperanza. Era posible, y a veces creía que hasta provechoso, que el cariño
de Bingley se reanimase y luchara contra la influencia de sus amigos bajo la
influencia más natural de los encantos de Jane.
Jane aceptó gustosa la invitación de su tía, sin pensar en los Bingley, aunque
esperaba que, como Caroline no vivía en la misma casa que su hermano, podría
pasar alguna mañana con ella sin el peligro de encontrarse con él.
Los Gardiner estuvieron en Longbourn una semana; y entre los Philips, los
Lucas y los oficiales, no hubo un día sin que tuviesen un compromiso. La señora
Bennet se había cuidado tanto de prepararlo todo para que su hermano y su
cuñada lo pasaran bien, que ni una sola vez pudieron disfrutar de una comida
familiar. Cuando el convite era en casa, siempre concurrían algunos oficiales
entre los que Wickham no podía faltar. En estas ocasiones, la señora Gardiner,
que sentía curiosidad por los muchos elogios que Elizabeth le tributaba, los
observó a los dos minuciosamente. Dándose cuenta, por lo que veía, de que no
estaban seriamente enamorados; su recíproca preferencia era demasiado
evidente. No se quedó muy tranquila, de modo que antes de irse de Hertfordshire
decidió hablar con Elizabeth del asunto advirtiéndole de su imprudencia por
alentar aquella relación.
Wickham, aparte de sus cualidades, sabía cómo agradar a la señora Gardiner.
Antes de casarse, diez o doce años atrás, ella había pasado bastante tiempo en el
mismo lugar de Derbyshire donde Wickham había nacido. Poseían, por lo tanto,
muchas amistades en común; y aunque Wickham se marchó poco después del
fallecimiento del padre de Darcy, ocurrido hacía cinco años, todavía podía
contarle cosas de sus antiguos amigos, más recientes que las que ella sabía.
La señora Gardiner había estado en Pemberley y había conocido al último
señor Darcy a la perfección. Éste era, por consiguiente, un tema de conversación
inagotable. Comparaba sus recuerdos de Pemberley con la detallada descripción
que Wickham hacía, y elogiando el carácter de su último dueño, se deleitaban los
dos. Al enterarse del comportamiento de Darcy con Wickham, la señora
Gardiner creía recordar algo de la mala fama que tenía cuando era aún
muchacho, lo que encajaba en este caso; por fin, confesó que se acordaba que
ya entonces se hablaba del joven Fitzwilliam Darcy como de un chico malo y
orgulloso.