Page 161 - Libro Orgullo y Prejuicio
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CAPÍTULO XL
      Elizabeth no pudo contener por más tiempo su impaciencia por contarle a Jane
      todo lo que había sucedido. Al fin resolvió suprimir todo lo que se refiriese a su
      hermana, y poniéndola en antecedentes de la sorpresa, a la mañana siguiente le
      relató lo más importante de su escena con Darcy.
        El gran cariño que Jane sentía por Elizabeth disminuyó su asombro, pues todo
      lo que fuese admiración por ella le parecía perfectamente natural. Fueron otros
      sus sentimientos. Le dolía que Darcy se hubiese expresado de aquel modo tan
      poco adecuado para hacerse agradable, pero todavía le afligía más el pensar en
      la desdicha que la negativa de su hermana le habría causado.
        —Fue un error el creerse tan seguro del éxito —dijo— y claro está que no
      debió  delatarse;  ¡pero  figúrate  lo  que  le  habrá  pesado  y  lo  mal  que  se  sentirá
      ahora!
        —Es cierto —repuso Elizabeth—, lo siento de veras por él; pero su orgullo es
      tan  grande  que  no  tardará  mucho  en  olvidarme.  ¿Te  parece  mal  que  le  haya
      rechazado?
        —¿Parecerme mal? De ningún modo.
        —Pero  no  te  habrá  gustado  que  le  haya  hablado  con  tanto  énfasis  de
      Wickham.
        —No sé si habrás hecho mal en hablarle como lo hiciste.
        —Pues lo vas a saber cuando te haya contado lo que sucedió al día siguiente.
        Entonces Elizabeth le habló de la carta, repitiéndole todo su contenido en lo
      que sólo a George Wickham se refería. Fue un duro golpe para la pobre Jane.
      Habría  dado  la  vuelta  al  mundo  sin  sospechar  que  en  todo  el  género  humano
      pudiese caber tanta perversidad como la que encerraba aquel único individuo. Ni
      siquiera la justificación de Darcy, por muy grata que le resultara, bastaba para
      consolarla de semejante revelación. Intentó con todas sus fuerzas sostener que
      podía haber algún error, tratando de defender al uno sin inculpar al otro.
        —No te servirá de nada —le dijo Elizabeth—; nunca podrás decir que los dos
      son buenos. Elige como quieras; pero o te quedas con uno o con otro. Entre los
      dos  no  reúnen  más  que  una  cantidad  de  méritos  justita  para  un  solo  hombre
      decente. Ya nos hemos engañado bastante últimamente. Por mi parte, me inclino
      a creer todo lo que dice Darcy; tú verás lo que decides.
        Pasó mucho rato antes de que Jane pudiese sonreír.
        —No sé qué me ha sorprendido más —dijo al fin—. ¡Qué Wickham sea tan
      malvado! Casi no puede creerse. ¡Y el pobre Darcy! Querida Elizabeth, piensa
      sólo  en  lo  que  habrá  sufrido.  ¡Qué  decepción!  ¡Y  encima  confesarle  la  mala
      opinión  que  tenías  de  él!  ¡Y  tener  que  contar  tales  cosas  de  su  hermana!  Es
      verdaderamente espantoso. ¿No te parece?
        —¡Oh, no! Se me ha quitado toda la pena y toda la compasión al ver que tú
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