Page 163 - Libro Orgullo y Prejuicio
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descargado uno de los dos secretos que durante quince días habían pesado sobre
      su alma, y sabía que Jane la escucharía siempre de buen grado cuando quisiese
      hablar de ello. Pero todavía ocultaba algo que la prudencia le impedía revelar. No
      se atrevía a descubrir a su hermana la otra mitad de la carta de Darcy, ni decirle
      con cuánta sinceridad había sido amada por su amigo. Era un secreto suyo que
      con  nadie  podía  compartir,  y  sabía  que  sólo  un  acuerdo  entre  Jane  y  Bingley
      justificaría su confesión. « Y aun entonces —se decía— sólo podría contarle lo
      que el mismo Bingley creyese conveniente participarle. No tendré libertad para
      revelar este secreto hasta que haya perdido todo su valor.»
        Como estaba todo el día en casa, tenía ocasión de estudiar el verdadero estado
      de ánimo de su hermana. Jane no era feliz; todavía quería a Bingley tiernamente.
      Nunca hasta entonces había estado enamorada, y su cariño tenía todo el fuego de
      un primer amor, pero su edad y su carácter le daban una firmeza que no suelen
      tener los amores primeros. No podía pensar más que en Bingley y se requería
      todo su buen sentido y su atención a su familia para moderar aquellos recuerdos
      que podían acabar con su salud y con la tranquilidad de los que la rodeaban.
        —Bueno, Elizabeth —dijo un día la señora Bennet—, dime cuál es ahora tu
      opinión sobre el triste asunto de Jane. Yo estoy decidida a no volver a hablar de
      ello. Así se lo dije el otro día a mi hermana Philips. Pero no puedo creer que Jane
      no haya visto a Bingley en Londres. Realmente, es un desalmado y no creo que
      haya la menor probabilidad de que lo consiga. No se habla de que vaya a volver
      a Netherfield este verano, y eso que he preguntado a todos los que pueden estar
      enterados.
        —No creo que vuelva más a Netherfield.
        —Muy bien. Vale más así. Ni falta que hace. Aunque yo siempre diré que se
      ha portado pésimamente con mi hija, y yo que ella no se lo habría aguantado. Mi
      único consuelo es que Jane morirá del corazón y entonces Bingley se arrepentirá
      de lo que ha hecho.
        Pero Elizabeth, que no podía consolarse con esas esperanzas se quedó callada.
        —Dime —continuó la madre—, ¿viven muy bien los Collins, verdad? Bien,
      bien, espero que les dure mucho tiempo. ¿Y qué tal comen? Estoy segura de que
      Charlotte es una excelente administradora. Si es la mitad de aguda que su madre,
      ahorrará muchísimo. No creo que hagan muchos excesos.
        —No, en absoluto.
        —De ello depende la buena administración. Ya, ya; se cuidarán mucho de no
      derrochar su sueldo. Nunca tendrán apuros de dinero. ¡Qué les aproveche! Y me
      figuro que hablarán a menudo de adquirir Longbourn cuando muera tu padre, y
      de que ya lo considerarán suyo en cuanto esto suceda.
        —Nunca  mencionaron  este  tema  delante  de  mí.  —Claro,  no  habría  estado
      bien; pero no me cabe la menor duda de que lo hablan muchas veces entre ellos.
      Bueno, si se contentan con una posesión que legalmente no es suya, allá ellos. A
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