Page 168 - Libro Orgullo y Prejuicio
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que cuando Wickham le preguntó qué tal lo había pasado en Hunsford, le
respondió que el coronel Fitzwilliam y Darcy habían pasado tres semanas en
Rosings, y quiso saber si conocía al primero.
Wickham pareció sorprendido, molesto y alarmado; pero se repuso en
seguida y con una sonrisa contestó que en otro tiempo le veía a menudo. Dijo que
era todo un caballero y le preguntó si le había gustado. Elizabeth respondió que sí
con entusiasmo. Pero después Wickham añadió, con aire indiferente:
—¿Cuánto tiempo dice que estuvo el coronel en Rosings?
—Cerca de tres semanas.
—¿Y le veía con frecuencia?
—Casi todos los días.
—Es muy diferente de su primo.
—Sí, en efecto. Pero creo que el señor Darcy gana mucho en cuanto se le
trata.
—¡Vaya! —exclamó Wickham con una mirada que a Elizabeth no le pasó
inadvertida—. ¿En qué? —pero, reprimiéndose, continuó en tono más jovial—:
¿En los modales? ¿Se ha dignado portarse más correctamente que de costumbre?
Porque no puedo creer —continuó en voz más baja y seria— que haya
mejorado en lo esencial.
—¡Oh, no! En lo esencial sigue siendo el de siempre.
Wickham no sabía si alegrarse con sus palabras o desconfiar de su
significado. Había un algo en el aire de Elizabeth que le hizo escuchar con ansiosa
atención y con recelo lo que la joven dijo a continuación:
—Al decir que gana con el trato, no quiero dar a entender que su modo de ser
o sus maneras hayan mejorado, sino que al conocerle mejor, más fácilmente se
comprende su actitud.
La alarma de Wickham se delató entonces por su rubor y la agitación de su
mirada; se quedó callado unos instantes hasta que logró vencer su embarazo y
dirigiéndose de nuevo a Elizabeth dijo en el tono más amable:
—Usted que conoce tan bien mi resentimiento contra el señor Darcy,
comprenderá cuán sinceramente me he de alegrar de que sea lo bastante astuto
para asumir al menos una corrección exterior. Con ese sistema su orgullo puede
ser útil, si no a él; a muchos otros, pues le apartará del mal comportamiento del
que yo fui víctima. Pero mucho me temo que esa especie de prudencia a que
usted parece aludir la emplee únicamente en sus visitas a su tía, pues no le
conviene conducirse mal en su presencia. Sé muy bien que siempre ha cuidado
las apariencias delante de ella con el deseo de llevar a buen fin su boda con la
señorita de Bourgh, en la que pone todo su empeño.
Elizabeth no pudo reprimir una sonrisa al oír esto; pero no contestó más que
con una ligera inclinación de cabeza. Advirtió que Wickham iba a volver a hablar
del antiguo tema de sus desgracias, y no estaba de humor para permitírselo.