Page 157 - Libro Orgullo y Prejuicio
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CAPÍTULO XXXIX
      En  la  segunda  semana  de  mayo,  las  tres  muchachas  partieron  juntas  de
      Gracechurch Street, en dirección a la ciudad de X, en Hertfordshire. Al llegar
      cerca  de  la  posada  en  donde  tenía  que  esperarlas  el  coche  del  señor  Bennet,
      vieron en seguida, como una prueba de la puntualidad de cochero, a Catherine y
      a Lydia que estaban al acecho en el comedor del piso superior. Habían pasado
      casi  una  hora  en  el  lugar  felizmente  ocupadas  en  visitar  la  sombrerería  de
      enfrente,  en  contemplar  al  centinela  de  guardia  y  en  aliñar  una  ensalada  de
      pepino.
        Después de dar la bienvenida a sus hermanas les mostraron triunfalmente una
      mesa  dispuesta  con  todo  el  fiambre  que  puede  hallarse  normalmente  en  la
      despensa de una posada y exclamaron:
        —¿No es estupendo? ¿No es una sorpresa agradable?
        —Queremos  convidaros  a  todas  —añadió  Lydia—;  pero  tendréis  que
      prestarnos el dinero, porque acabamos de gastar el nuestro en la tienda de ahí
      fuera.
        Y, enseñando sus compras, agregó:
        —Mirad qué sombrero me he comprado. No creo que sea muy bonito, pero
      pensé que lo mismo daba comprarlo que no; lo desharé en cuanto lleguemos a
      casa y veré si puedo mejorarlo algo.
        Las  hermanas  lo  encontraron  feísimo,  pero  Lydia,  sin  darle  importancia,
      respondió:
        —Pues en la tienda había dos o tres mucho más feos. Y cuando compre un
      raso de un color más bonito, lo arreglaré y creo que no quedará mal del todo.
      Además,  poco  importa  lo  que  llevemos  este  verano,  porque  la  guarnición  del
      condado se va de Meryton dentro de quince días.
        —¿Sí, de veras? —exclamó Elizabeth satisfechísima.
        —Van a acampar cerca de Brighton. A ver si papá nos lleva allí este verano.
      Sería un plan estupendo y costaría muy poco. A mamá le apetece ir más que
      ninguna otra cosa. ¡Imaginad, si no, qué triste verano nos espera!
        « Sí —pensó  Elizabeth—,  sería  un plan realmente  estupendo  y  muy propio
      para nosotras. No nos faltaría más que eso. Brighton y todo un campamento de
      soldados, con lo trastornadas que ya nos han dejado un mísero regimiento y los
      bailes mensuales de Meryton.»
        —Tengo  que  daros  algunas  noticias  —dijo  Lydia  cuando  se  sentaron  a  la
      mesa—. ¿Qué creéis? Es lo más sensacional que podáis imaginaros; una nueva
      importantísima acerca de cierta persona que a todas nos gusta.
        Jane  y  Elizabeth  se  miraron  y  dijeron  al  criado  que  ya  no  lo  necesitaban.
      Lydia se rió y dijo:
        —¡Ah!, eso revela vuestra formalidad y discreción. ¿Creéis que el criado iba
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