Page 82 - Libro Orgullo y Prejuicio
P. 82

Considere,  además,  que  a  pesar  de  sus  muchos  atractivos,  no  es  seguro  que
      reciba otra proposición de matrimonio. Su fortuna es tan escasa que anulará, por
      desgracia,  los  efectos  de  su  belleza  y  buenas  cualidades.  Así  pues,  como  no
      puedo  deducir  de  todo  esto  que  haya  procedido  sinceramente  al  rechazarme,
      optaré  por  atribuirlo  a  su  deseo  de  acrecentar  mi  amor  con  el  suspense,  de
      acuerdo con la práctica acostumbrada en las mujeres elegantes.
        —Le aseguro a usted, señor, que no me parece nada elegante atormentar a
      un  hombre  respetable.  Preferiría  que  me  hiciese  el  cumplido  de  creerme.  Le
      agradezco una y mil veces el honor que me ha hecho con su proposición, pero
      me es absolutamente imposible aceptarla. Mis sentimientos, en todos los aspectos,
      me lo impiden. ¿Se puede hablar más claro? No me considere como a una mujer
      elegante  que  pretende  torturarle,  sino  como  a  un  ser  racional  que  dice  lo  que
      siente de todo corazón.
        —¡Es siempre encantadora! —exclamó él con tosca galantería—. No puedo
      dudar  de  que  mi  proposición  será  aceptada  cuando  sea  sancionada  por  la
      autoridad de sus excelentes padres.
        Ante tal empeño de engañarse a sí mismo, Elizabeth no contestó y se fue al
      instante  sin  decir  palabra,  decidida,  en  el  caso  de  que  Collins  persistiese  en
      considerar  sus  reiteradas  negativas  como  un  frívolo  sistema  de  estímulo,  a
      recurrir  a  su  padre,  cuyo  rechazo  sería  formulado  de  tal  modo  que  resultaría
      inapelable y cuya actitud, al menos, no podría confundirse con la afectación y la
      coquetería de una dama elegante.
   77   78   79   80   81   82   83   84   85   86   87