Page 117 - Mitos y cuentos egipcios de la época faraónica (ed. Gustave Lefebvre)
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VII

                    LEYENDA DEL DIOS DEL MAR
                          (Leyenda de Astarté)





       Los fragmentos del manuscrito sobre papiro donde se contaba esta le­
    yenda pertenecieron primeramente a la colección Amherst1, pero en la ac­
     tualidad forman parte de la colección Pierpont Morgan, en Nueva York.
     Se trata de las exiguas reliquias de un rollo de papiro que debió ser magní­
     fico; pero de unas veinte «páginas» que contenía, no nos quedan hoy día
     nada más que los restos mutilados de las dos primeras, dos o tres líneas de
    la tercera y la cuarta, y algunas frases o palabras aisladas de las otras.
       Esto quiere decir que lo que subsiste necesariamente es de difícil e in­
     cierta  interpretación.  La  traducción  que  sigue,  sin  continuidad  y  frag­
     mentada, ofrece apenas interés para el estudiante francés que tenga ante
     sus  ojos  y pretenda descifrar el texto egipcio.  Reproduce,  sin modifica­
     ciones  sensibles, el que Gardiner presentó en los Studies Griffith tras ha­
    ber (con gran mérito) puesto en orden, relacionado y publicado integra­
    mente en la Bibliotheca Aegyptiaca hasta los más pequeños fragmentos del
    manuscrito. Un estudio atento y perspicaz de esta composición le ha lle­
    vado a conclusiones muy diferentes de las que se admitían hasta el mo­
     mento sobre el tema general y el desarrollo de lo que se había convenido
     en llamar la «Leyenda de Astarté».
       El  tema  principal  no  sería,  como  se  creyó,  la  llegada  de  Astarté  a
     Egipto y los honores que  se le rinden en este país.  Por importante que
     sea el papel que Astarté tiene en la acción, ella no es la protagonista:  el
     rol principal corresponde en efecto a una fuerza cósmica, personificada
     o más  exactamente  divinizada, p i ym   (y “m, y°m,  cfr.  copto  eiom),  literal­
     mente «el mar», —que aquí llamaremos «el dios del mar», tanto para con­
     servar su carácter masculino2, como porque se trata efectivamente de una



        1S.  Birsch  fue el primero que llamó la atención, hace ya sus buenos cuarenta anos,  sobre
     este papiro, consagrándole algunas líneas en ZAS 9 (1871), p.  119.
       2 La Tierra, que parece estar también personificada, se llama p i iw tn (nombre masculino).
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