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106| En el Jardín de la Sabiduría Capítulo Tres: La Simplicidad
Sin embargo, Rabí Natan tenía el rostro muy serio. Él sabía
del gran sacrificio que había hecho el joven para llegar a la
clase y en ese mismo momento le prometió solemnemente
que un día él le haría un favor eterno en recompensa por su
gran sacrificio.
El gran contraste
Nuevamente vemos el gran contraste que existe entre el
Sabiondo y el Simple. El Sabiondo a cada cosa le encuentra
defectos mientras que el Simple siente que todo es perfecto,
incluso cosas que son obviamente defectuosas. Esto nos
demuestra hasta qué punto los rasgos de carácter influyen en
la vida de la persona.
Debido a que tenía una emuná completa, el Simple sentía que
todo era rico, que todo era dulce e incluso un simple pedazo
de pan tenía para él todos los sabores. Y él se alegraba con
las ropas simples que vestía. Por su parte, el Sabiondo, dada
su tremenda arrogancia y su falta de emuná, no se quedaba
satisfecho con nada, ni siquiera con los grandes logros que
Hashem le confirió.
Hay solamente dos opciones en la vida:
1. O bien uno vive con emuná, sabiendo que lo que le
sucede en la vida es por voluntad de Hashem y es por
su propio bien – y entonces es feliz a cada instante y
con cada cosa…
2. O bien uno no cree que toda su vida se encuentre
bajo la Supervisión Individual Divina, ni que todo
provenga de Hashem, ni que todo sea para bien. Esa
persona cree que ella es la que determina su propio
destino y por lo tanto se echa la culpa a sí misma de
sus errores y cae en la depresión, la ansiedad y la
tristeza. Nunca está satisfecha. Cuando tiene éxito, se
| 103 de agujeros… lo mismo llevar traje de sastrería que un par de jeans llenos aunque todavía no lo conozcan por dentro. Y viceversa. No es los demás. Cuanto mejor aspecto tenga, más lo van a respetar, en que uno s
la Torá en ningún momento le dice que tiene que estar triste o
perseguirse a sí mismo.
Por lo tanto, resulta que aquel que vive según la Torá no
tiene ninguna clase de confusión, porque él hace todo, tanto
a priori como a posteriori, según la sabiduría de la Torá, que
es la sabiduría de Hashem, que Él reveló en el Monte Sinaí y a
través de Sus tzadikim. Y aquel que vive según esta sabiduría
también anhela cumplir los preceptos del Creador por todos
los medios. Esa persona no se deprime por los fracasos y no
se persigue a sí misma sino que hace con simpleza lo que
Hashem le mandó hacer en caso de fracasar.
Tal como ya hemos dicho, esa sensación que tiene la persona
de que podría haber hecho las cosas mejor es una expresión
de falta de emuná. Es verdad que si a posteriori uno se da
cuenta de que podría haberse esforzado más, puede pedirle
a Hashem que la próxima vez lo ayude a tener éxito. Pero la
sensación de que podría haber tenido más éxito es una falta
de emuná. ¿Qué es entonces lo que debe pensar? “Ahora que
me salió un zapato triangular, esto es lo que yo ‘podía hacer’.
Y esto es lo que Hashem quiso que yo hiciera. Y es lo mejor
para mí”.
La persona debe necesariamente mirar todo lo que sucede
desde la perspectiva de la emuná, porque estamos hablando
de alguien que desea actuar conforme a la voluntad Divina.
Esta es la esencia de la simplicidad: él debe creer que él
realmente quiere, y todo lo que ya sucedió, es lo que Hashem
quería que sucediese, y que el zapato haya salido triangular
es lo mejor que le podría haber sucedido. Porque la fe que uno
tiene en sí mismo y en sus buenas intenciones es el principal
factor para determinar una vida alegre y es lo que le permite
vivir siempre feliz. Ese es el motivo por el cual el Instinto al
Mal lucha tanto contra la persona: para quebrarle totalmente
la emuná en sí misma.