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118| En el Jardín de la Sabiduría Capítulo Cuatro: El regalo de la vida | 123 y entonces sus pensamientos serán tranquilos. La alusión del tanto esforzarse mucho a fin de adquirir la virtud de la alegría palabra “pensamiento” (majshavá). Esa persona deberá por lo en el original hebreo se e
“Antes”, debes hacer todo lo posible por cumplir con la vuelve arrogante. Y cuando fracasa, se desinfla como
voluntad de Hashem. Pero “después”, sabrás que si tuviste un globo pinchado…
éxito en algo, es solamente porque Hashem quiso que tuvieras
éxito. Por consiguiente, ese sentimiento de “Soy un total En el capítulo que sigue vamos a aprender una herramienta
fracaso” o “Qué tonto que soy” no sólo son frases del Instinto maravillosa a la que podemos recurrir en todo momento.
al Mal sino que son una total y absoluta falsedad. El éxito, o Prepárense entonces a recibir el más grande regalo: la
la falta de éxito, son producto de la voluntad Divina. ¡Así es hitzjazkut, o sea, el arte del auto-fortalecimiento espiritual y
como Hashem quiere que sean las cosas por ahora! emocional.
Ahora podemos comprender que la verdadera felicidad es
la aceptación incondicional de la Voluntad Divina. Si uno
se siente bien únicamente cuando las cosas le van bien y de
acuerdo con sus deseos, entonces esa persona está muy lejos de
la genuina felicidad. La auto-persecución y la constante crítica
de uno mismo no conducen a la auto-mejora. Al contrario:
conducen a la tristeza, la depresión, la baja autoestima, y el
desprecio de uno mismo. La persona pierde toda su fe y toda
su confianza y entonces nunca va a poder mejorar.
La Torá todo lo contiene
Aquel que ya ha aceptado la verdad –que la Torá es la sabiduría
verdadera que ha de gobernarlo en la vida– no tiene motivos
para confundirse con los conceptos de omnisciencia y libre
albedrío, pues es la misma Torá la que le ordena someterse a
la voluntad Divina y la que le manda alegrarse.
Por lo tanto, cuando la persona vive con la sabiduría de la
Torá, no puede vivir excepto con emuná y no tiene que pensar
en absoluto en el libre albedrío. Porque en el momento en que
aceptó la Torá, ciertamente desea hacer todo de la mejor forma
posible y no busca “rebajas” ni excusas para librarse del yugo
de la Torá. E incluso si transgredió de alguna forma la Torá,
por cualquier motivo que sea, entonces la misma Torá, que él
tanto anhelaba cumplir, le revela lo que debe hacer ahora que
no le fue bien: confesarse, arrepentirse y hacer teshuvá. Pero