Page 30 - Confesiones de mi alumno
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Otros en cambio no lo hicieron, algunos trajeron cualquier yerba, menos,
plantas medicinales. Hicieron simplemente lo que yo hice. ¡Cómo serán estos
chicos¡ todo nos copian; nuestra forma de hablar, los gestos, y hasta nuestra
forma de mentir. Arrancaron cualquier planta que vieron en el campo y lo
pegaron sobre el papel y hasta le inventaron un nombre al ver que no sabían.
―¡Se llama Arrayon profe, y sirve para el riñón! ―hablo seguro Carlos, como
para convencerme.
Y sus compañeros se reían, creyendo que me había engañado. Pero ellos no
sabían que yo había escrito ya varios libros acerca de las plantas y muchas de
ellas ya las conocía y otras me faltaba conocer, pero aun así estaba a punto de
creerle. Entonces fingí creer que había traído una nueva planta, novísima. Y le
felicite para levantarle la autoestima.
Al día siguiente volvieron a preguntar sobre el trabajo. Eran tantas las dudas, y
yo creí que había quedado claro. Entonces tuve que explicarles de nuevo.
―Traer cinco plantas medicinales. Para esta tarea tendrán que investigar
y preguntar a sus padres y los ancianos de la comunidad.
Seguí hablando hasta que entendieran la importancia de las plantas, y les conté
algunas experiencias.
―Si algún día vas a la selva y te encuentras con muchas plantas y no sabes
para qué sirve, ni sus propiedades ¿qué deberías hacer? Pregunte, y nadie
respondía. Calle un instante y luego seguí hablando. Hagan lo que me enseño un
gnóstico una vez. Observen bien las plantas, estúdiela, mire su raíz, su hoja
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