Page 355 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Inmortalizado en el poema «Osimandias» de Shelley, el coloso caído de Ramsés

               II en su templo funerario en la parte oeste de Tebas ha pasado a simbolizar la

               transitoriedad del poder. Probablemente, ningún otro monumento evoca mejor la

               grandeza y decadencia de una gran civilización. A la vez imponente y patético,
               representa  el  paradigma  del  poderío  y  la  majestad  del  Egipto  faraónico,  pero

               también  su  impotencia  ante  las  fuerzas  históricas  a  largo  plazo.  Del  mismo

               modo, el conjunto del denominado «período ramésida» (las dinastías XIX y XX)

               es un espejo de la civilización egipcia, que refleja tanto sus puntos fuertes como
               sus flaquezas intrínsecas.

                  Hay  una  institución  que  domina  toda  la  historia  del  Egipto  ramésida:  el

               ejército. Durante un período de dos siglos, la influencia de los generales se dejó
               sentir,  para  bien  y  para  mal,  en  todos  los  aspectos  de  la  política  interior  y

               exterior.  Puede  que  la  eficacia  militar  hubiera  proporcionado  una  solución

               efectiva a corto plazo en los momentos de confusión dinástica, pero en el curso
               de varias generaciones la militarización de la política no hizo sino consolidar el

               poder  del  ejército  y  debilitar  a  la  sociedad  civil,  con  consecuencias  tan

               perjudiciales  como  imprevistas.  El  permanente  estado  de  preparación  para  la

               guerra  con  Oriente  Próximo  en  el  que  se  sumió  el  país,  propició  el
               establecimiento de una nueva capital en el delta, y este énfasis en el Bajo Egipto

               daría a la región una importancia política que conservaría durante todo el resto

               de la historia faraónica. Al mismo tiempo, el progresivo distanciamiento del Alto
               Egipto con respecto al centro de decisión avivó la llama de un resentimiento que,

               a largo plazo, llegaría a suponer una amenaza para la propia cohesión del Estado.

               Pero,  sobre  todo,  la  guerra  era  costosa.  Las  interminables  batallas  del  Egipto

               ramésida agotaron tanto la economía como la maquinaria del gobierno, y como
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