Page 351 - Auge y caída del antiguo Egipto
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habían estado aguardando pacientemente su oportunidad mientras se mantenía
               aquel  fanatismo,  debieron  de  ver  la  posibilidad  de  un  retorno  a  la  antigua

               ortodoxia. Parece ser que también la familia real ser vio dividida por las dudas.

               Un efímero gobernante llamado Semenejkara —quizá un hijo de Ajenatón del
               que por lo demás no sabemos nada, pero muy probablemente la propia Nefertiti

               en su tercera «encarnación» como rey en solitario— ocupó el trono durante un

               breve período (1333-1332) con la ayuda de Meritatón, ahora elevada al papel de

               «gran esposa del rey». Pero el poder de las fuerzas reaccionarias iba en aumento,
               y estas buscaban un candidato adecuado en la nueva generación, alguien con la

               legitimidad de la sangre real pero lo bastante joven como para seguir las pautas

               que  le  marcaran.  El  hijo  de  nueve  años  que  Ajenatón  había  tenido  con  una
               esposa secundaria, y que hasta ese momento había permanecido ajeno a la vida

               pública,  parecía  la  elección  ideal.  Su  matrimonio  (¿apresuradamente

               concertado?) con la «heredera» de Nefertiti —su tercera hija, Anjesenpaatón—

               vino a fortalecer aún más su causa. Tanto los cortesanos como los sacerdotes y
               los  influyentes  oficiales  del  ejército  estaban  de  acuerdo:  tenía  que  ser  aquel

               muchacho. Su nombre era Tutanjatón, «la imagen viviente de Atón».

                  En el plazo de unos meses, los poderes que habían impulsado el ascenso al
               trono del nuevo faraón niño habían vuelto a situar a Egipto en la senda de la

               tradición.  Bajo  su  cuidadosa  tutela,  el  rey  había  aceptado  incluso  cambiar  de

               nombre,  renunciando  así  públicamente  a  Atón  en  favor  de  Amón.  La  historia
               había vuelto al punto de partida. Tutanjatón se convirtió así en Tutanjamón o

               Tutankamón,  y  su  esposa  Anjesenpaatón,  en  Anjesenamón  («la  que  vive  por

               Amón»). Luego se promulgó un gran «Decreto de Restauración» en nombre del
               rey —aunque todo su redactado evidencia las huellas de sus mentores— desde la

               capital tradicional de Menfis. En él se vilipendiaban las políticas de Ajenatón,

               aunque sin mencionar al denostado soberano por su nombre:


                    Cuando  Su  Majestad  se  convirtió  en  rey,  los  templos  de  los  dioses  y  diosas  desde  Abu  hasta  las
                  marismas  del  delta  …  estaban  en  ruinas.  Sus  santuarios  se  habían  deteriorado,  convirtiéndose  en
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