Page 356 - Auge y caída del antiguo Egipto
P. 356

los vencedores de las guerras mundiales del siglo XX, Egipto acabó pagando un

               alto precio.
                  En  los  comienzos  del  período  ramésida,  el  país  rebosaba  confianza  y

               ambiciones imperiales. Cuando terminó, la tierra de los faraones había entrado

               en  una  lenta  pero  inexorable  decadencia.  En  esta  cuarta  parte  se  examina  la
               evolución de este crucial punto de inflexión en la historia del antiguo Egipto.

               Tras la revolución fallida de Ajenatón, fue un oficial del ejército, Horemheb, el

               encargado de devolver el orden y la confianza a un reino por entonces convulso.

               El  hecho  de  que  eligiera  como  sucesor  a  un  general  sirvió  para  mantener  la
               influencia del ejército, y lo cierto es que los primeros ramésidas no defraudaron,

               mostrando  una  voluntad  inquebrantable  de  recuperar  el  Imperio  egipcio.  La

               confrontación entre Egipto y su rival por antonomasia, el Imperio hitita, culminó
               en la célebre batalla de Qadesh, un encuentro épico —por más que poco decisivo

               — que a la larga prepararía el terreno para el que sería el primer tratado de paz

               de  amplio  alcance  de  la  historia  mundial.  Aun  así,  la  seguridad  de  Egipto  no
               tardó en verse amenazada por nuevos invasores. Ramsés III, a menudo calificado

               como «el último gran faraón», certificó su reputación venciendo a los libios y a

               los Pueblos del Mar, pero más tarde cayó víctima de una conspiración palaciega.
               Un presagio de lo que estaba por llegar.

                  Al  final,  fueron  factores  internos,  antes  que  externos,  los  que  vinieron  a

               socavar el Estado faraónico. La pérdida de prestigio real, la imparable subida de

               los  precios  de  los  alimentos,  la  inmigración  descontrolada,  la  corrupción
               generalizada, el resquebrajamiento de la ley y el orden, etcétera; para cuando el

               undécimo Ramsés accedió al trono, Egipto estaba postrado. Acosado y aislado

               en su residencia del delta, el faraón hizo lo que habían hecho todos los ramésidas
               en momentos similares: pidió ayuda al ejército. El resultado fue de una eficacia

               brutal, pero no de la manera que Ramsés XI había esperado. El rey, impotente,

               fue  marginado  como  un  elemento  irrelevante,  al  tiempo  que  el  orden  era

               restablecido por parte de sendas juntas militares independientes en el norte y el
   351   352   353   354   355   356   357   358   359   360   361