Page 578 - Auge y caída del antiguo Egipto
P. 578
marchamo de la autoridad divina a cambio de los favores reales. Puede que sus
compatriotas del sur contemplaran tal colaboración con repugnancia, pero lo
cierto era que tal comportamiento no podría haber sido más egipcio.
En el momento del nacimiento de Cleopatra, en el año 69, el «mayor de los
artesanos» Pasherenptah tenía más motivos que la mayoría de sus antepasados
para respaldar al régimen. Tras acceder al sumo sacerdocio a los quince años de
edad, uno de sus primeros actos oficiales había sido el de coronar diligentemente
al padre de Cleopatra, Ptolomeo XII (80-51). Luego siguió siendo miembro del
círculo de allegados más íntimos del rey, y podía jactarse, solo con relativa
1
exageración, de haber sido «soberano nato de Egipto». Durante los cuarenta
años siguientes, las fortunas de Pasherenptah y Cleopatra estarían estrechamente
entrelazadas. El sacerdote y la princesa; sus vidas y destinos describen el último
capítulo de la dilatada historia del antiguo Egipto.
Desde su nacimiento, Cleopatra fue considerada un ser semidivino. Su padre
fue aclamado como el «nuevo Dioniso» (o, para sus súbditos egipcios, el «joven
Osiris»), y el ancestral culto regio de los Ptolomeos lo convirtió de hecho en un
dios en la Tierra. El clero egipcio, con Pasherenptah como animador, no vio
dificultad alguna en aceptar y apoyar la divinidad de la primera familia, ya que
ese precisamente había sido uno de los principios centrales de la religión
faraónica desde los albores de la historia. Sin embargo, el reinado de Ptolomeo
XII no fue una edad de oro, sino todo lo contrario. En vez de enriquecerse
gracias a la elevada producción agrícola y al comercio exterior, el monarca
presidió un abrupto y precipitado declive de la fortuna nacional.
Todo el problema fue fruto de la extorsión. Hacía mucho tiempo que Egipto
había dejado de ser una gran potencia en el Mediterráneo oriental. De los antaño
extensos territorios ptolemaicos, solo Chipre seguía en el redil, gobernada por el
hermano de Ptolomeo. En el Mediterráneo había una nueva potencia, Roma,
decidida a ampliar las fronteras de su naciente imperio. Frente a un adversario
tan implacable y bien armado, las naciones solo tenían dos opciones: resistir y
ser eliminadas, o colaborar. La Cirenaica ptolemaica ya había caído en manos