Page 581 - Auge y caída del antiguo Egipto
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que gobernara sola era anatema para los griegos, de modo que, de inmediato,
               empezaron las tentativas de encontrarle un marido adecuado. Pero Berenice era

               tan  recalcitrante  y  sanguinaria  como  sus  antepasados.  El  primer  pretendiente

               murió de camino, el segundo fue interceptado en la frontera por los romanos y el
               tercero llegó a Alejandría, pero fue estrangulado al cabo de unos días, cuando su

               futura esposa afirmó que no le convencía en absoluto.

                  Desde Rodas, Ptolomeo emprendió el camino a Éfeso y, desde allí, a Roma,

               adonde llegó en el 57 y donde permanecería dos años. Durante ese tiempo se
               comportó como el típico dictador en el exilio, ordenando la liquidación de sus

               opositores internos y viviendo en villas extranjeras. Al final cerró el trato para el

               que había ido allí: a cambio de una suma de diez mil talentos —una cantidad
               igual  a  la  renta  anual  de  todo  Egipto,  y  prestada  por  un  banquero  llamado

               Rabirio, que apenas daba crédito a su buena suerte—, Ptolomeo sería restaurado

               en el trono por Gabinio, el gobernador romano de Siria. El 15 de abril del año

               55, acompañado por el ejército de Gabinio, Ptolomeo marchó hacia Alejandría,
               reclamó  su  reino,  ejecutó  a  su  hija  Berenice  y  nombró  a  Rabirio  su  nuevo

               ministro en materia de finanzas.

                  Roma no solo se había metido en el bolsillo a Egipto, sino que este era ahora
               en la práctica una sucursal provincial del banco central romano. Para Ptolomeo

               XII, la restauración equivalía a una humillación absoluta.





               AMIGOS, ROMANOS, COMPATRIOTAS…


               Durante  sus  dos  años  de  exilio  forzoso  en  Roma,  parece  que  Ptolomeo  XII

               recibió atenciones y consuelo de una compañera particularmente querida. Hay

               evidencias  de  que  se  llevó  consigo  a  una  de  sus  hijas  en  sus  viajes  a  Rodas,
               Éfeso  y  Roma;  y,  por  más  que  su  identidad  no  pueda  probarse  con  certeza,

               Cleopatra es la candidata más probable. Y ello porque la princesa acababa de

               cumplir once años en el momento de la expulsión de su padre; es decir, que era
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