Page 97 - Auge y caída del antiguo Egipto
P. 97
especulaciones. Las teorías al respecto van desde lo heterodoxo (sus bloques
están hechos de una forma antigua de cemento) hasta lo directamente estrafalario
(los bloques fueron trasladados mediante ondas sonoras), y asimismo se ha
invocado a toda una serie de constructores de otros mundos para explicar su
tamaño y perfección desconcertantes, entre ellos refugiados de la Atlántida y
visitantes de otro planeta. La verdad, en cualquier caso, resulta todavía más
asombrosa. La Gran Pirámide fue ciertamente el producto de algo extraordinario,
pero no de una inteligencia extraterrestre, sino de una autoridad sobrehumana.
Esta nueva y radical proyección del poder real tendría una profunda
trascendencia para la civilización del antiguo Egipto en su conjunto, y para
entender sus orígenes hemos de retroceder a la generación anterior a la de la
Gran Pirámide, al reinado del padre de Jufu.
La predilección de los egipcios por la monumentalidad se remonta a la época
prehistórica, tal como atestigua Nabta Playa; la primera construcción de un vasto
edificio de piedra se completó en el reinado de Jasejemuy, a finales de la II
Dinastía, y la primera pirámide la mandó construir su sucesor, Necherjet, a
comienzos de la tercera. Sin embargo, la aparición de la primera pirámide
auténticamente geométrica, en el reinado de Seneferu (2575-2545), primer rey
de la IV Dinastía y padre de Jufu, señaló algo completamente nuevo: no solo la
perfección de una forma arquitectónica o un cambio en el concepto de la vida de
ultratumba de la realeza, sino la transformación de la propia relación entre el rey
y su pueblo. Como ocurriría con tanta frecuencia en la historia del antiguo
Egipto, la primera manifestación del nuevo orden fueron los propios títulos del
rey. Para su nombre de Horus, el elemento más antiguo y simbólicamente más
significativo de la titulatura regia, Seneferu tomó la expresión «neb Maat». La
traducción común, «señor de la verdad», apenas hace justicia al término. En la
ideología del antiguo Egipto, Maat era la encarnación de la verdad, la justicia, la
rectitud y el orden creado; en resumen, la pauta divinamente ordenada del
universo. Por su parte, la palabra neb no solo significaba «señor», sino también
«poseedor», «propietario» y «custodio». Seneferu anunciaba nada menos que un