Page 98 - Auge y caída del antiguo Egipto
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nuevo  modelo  de  realeza.  Para  él,  el  ejercicio  del  poder  ya  no  se  limitaba  a
               impartir  justicia:  entrañaba  asimismo  tener  el  monopolio  de  la  verdad.  La

               palabra del rey era la ley, puesto que el propio rey lo era. Y si eso sonaba más a

               autoridad divina que humana, esa era precisamente la idea.
                  Para  reforzar  este  contundente  mensaje,  Seneferu  adoptó  un  nuevo  título,

               netyer  nefer,  que  significaba  simplemente  «el  dios  perfecto».  ¿Era  así  como

               realmente le veían sus súbditos? A lo largo de toda la historia, los megalómanos

               y los tiranos han utilizado epítetos similares —«Padre de la Patria», «Querido
               Líder»—,  pero,  normalmente,  estos  suelen  estar  vacíos  de  contenido:  la

               experiencia moderna sugiere que tienen más que ver con el lavado de cerebro y

               el  sometimiento  que  con  una  auténtica  expresión  de  clamor  popular.  Y,  sin
               embargo, cuando se trata del antiguo Egipto, los eruditos siguen resistiéndose a

               adoptar tal interpretación. Un destacado experto en la Era de las Pirámides ha

               escrito  que  «el  apoyo  al  sistema  era  genuino  y  generalizado»  y  que  «los

               mecanismos coercitivos del Estado, como la policía, brillaban por su ausencia».              1
               A menos que el Egipto de la IV Dinastía fuera una sociedad utópica jamás vuelta

               a experimentar en la historia humana, esta visión idílica parece extremadamente

               improbable.  Cuando  el  jefe  del  Estado  es  «el  dios  perfecto»,  la  oposición  se
               convierte en algo no solo imprudente, sino más bien impensable. Cuando el rey

               controla  además  las  crónicas  escritas, no  debe  sorprendernos que no aparezca

               mención alguna a episodios de represión o brutalidad. Aun así, lo que nos revela
               la arqueología se acerca más a la verdad.

                  Durante las tres primeras dinastías, la sociedad egipcia había conservado en

               gran medida su carácter prehistórico. La cultura material estaba extremadamente
               dominada  por  formas  (de  cerámica,  vasijas  de  piedra  e  incluso  estatuaria)

               derivadas  de  antecedentes  predinásticos.  Los  principales  centros  regionales

               seguían siendo los del período de formación del Estado, lugares como Inerty y

               Nejeb, Cheni, Nubt y Nejen. Pero, también más allá de los confines inmediatos
               de la corte real, parece que la sociedad se organizó en función de parámetros

               antiguos,  tradicionales,  dominados  por  lealtades  familiares,  regionales  y  quizá
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