Page 327 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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A comienzos del siglo vil a.C., los carritos se decoraron con animales cuyas pa­
        tas se sostenían sobre las cuatro ruedas. Encima de dichos animales se situaba el pe­
        queño pilón en donde se quemaba el incienso o los perfumes. A partir del siglo vi a.C.,
        a tal pilón se le hizo descansar sobre una figurilla, por lo común, de elegantes formas,
        caso de un ejemplar del Museo del Louvre, procedente de Vulci, con la figura de un
        houros sosteniendo el consabido pilón.


        Los espejos de bronce

           Uno de los objetos etruscos, reservado al mundus muliebrum y conectado con su
        toilette, fue el espejo. Su estudio ha deparado numerosos y buenos trabajos, destacan­
        do el clásico de E. Gerhard (Etruskische Spiegel) en cinco volúmenes, publicados en­
        tre  1841 y 1862, continuado por A. Kluegmann y G. Kórte (1897), magnífica publi­
        cación a la que seguirían, entre otras, las de P. Ducati, G. A. Mansuelli, J. D. Beazley,
        I. Mayer-Prokop, G. Matthies, D. Rebuffaty R. Bloch, además del inconcluso Corpus
        Speculorum Etruscorum.
           Los espejos se fabricaron de acuerdo con tres tipos:  de caja,  constituida ésta por
        dos partes unidas por una charnela; de pie, para mantenerse encima de una mesa o so­
        porte; y de mango, para el uso cotidiano. De los tres, el más corriente y el que cono­
        ció un mayor desarrollo fue el de mango.
           Tal tipo de espejo,  desde los inicios de su producción (finales  del siglo vi a.C.)
        hasta comienzos del siglo n a.C., presentó una estructura casi constante, a base de un
        disco circular (de influencia egipcia y griega), plano al comienzo y luego ligeramente
        convexo, con una cara pulida y la otra incisa o en relieve —tipo éste muy raro— en
        la que  se  figuraron  diferentes  argumentos  ornamentales.  Una lengüeta por su base
        servía para poder ser fijado a un mango, que podía ser de marfil, de hueso o simple­
        mente de madera. En el siglo ni a.C., el mango —también de bronce— formaba par­
        te directa con el disco. En este caso, el mango —de unos 12 cm de longitud— termi­
        naba con una cabeza estilizada de animal, representando por lo común un cáprido.
        En el área de Preneste, los espejos adoptaron perfiles de discos piriformes.
           Todas las partes de los espejos (canto, banda, medallón, cúpula, cordón, exergo y
        talón) solían ir más o menos decorados con temas que se ajustaban a esquemas muy
        parecidos y constantes: las zonas externas, con motivos vegetales, y el medallón con la
        escena más significativa, que comportaba entre uno y seis personajes, según A. Hus.
           Se sabe  que los  espejos se fabricaron con moldes industriales,  quizá hechos de
        piedra (C. Panseri, M. Leoni) o de pasta refractaria. Después de una primera colada
        se efectuaba una segunda destinada a facilitar el martilleado parcial y el pulimentado.
        Tras ello, se grababan con buril las escenas, copiándolas de modelos puestos a dispo­
        sición de los artesanos. Todas estas operaciones, por razones de economía, rapidez y
        volumen de producción, se efectuarían en un mismo taller.
           Hasta comienzos del siglo iv a.C., los espejos alcanzaron los 16 cm de diámetro.
        Luego se hicieron más grandes (entre 20 y 24 cm), para fabricarse, a comienzos del
        siglo ni a.C., más convexos y más pequeños (de 10 a 12 cm). Su espesor oscilaba en­
        tre 1 y 4 mm y su peso alcanzaba los 400 g de promedio. Los hubo, sin embargo, más
        ligeros (unos 250 g) y también, por supuesto, más pesados (800 g).
           El anverso o recto del espejo, destinado a reflejar el rostro de su usuaria o usuario,
        presentaba su superficie totalmente bruñida y sólo decorada en su periferia y en el co-


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