Page 328 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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mienzo  del  mango  con  un  tema  fito-
                                              morfo. En el reverso o dorso, en donde se
                                              situaba la decoración, el medallón era el
                                              centro de interés, pues en él se figuraban
                                              las  escenas,  así como  algunos pequeños
                                              epígrafes, indicativos de los nombres de
                                              los  dioses y de los personajes  que inter­
           wm                                 venían en ellas.
                                                  Las escenas recogen los más variados
                      1131wmHKsmmim
                                              temas, desde trasuntos de la vida cotidiana
                                              (aseo  de mujeres, banquetes, temas  amo­
                                ¿rv           rosos, deportes) hasta sencillas o comple­
                                              jas composiciones mitológicas que exigían
                                              —hay que suponerlo— unos más que no­
                                              tables conocimientos eruditos para poder
                                              comprenderlas, pues al lado de dioses más
                                              o  menos  conocidos  aparecían  otros  más
                                              extraños o menos populares (Aire, Enuna,
                                               Capne, Aratha). G. Camporeale señala que
           Espejo con el motivo de Eos y Céfalo. (Museo   hubo de existir una estrecha relación entre
                Gregoriano Etrusco, Vaticano.)  la  calidad  de  los  espejos,  el  sujeto  argu-
                                              mental  representado  y  el  grado  social  y
                                              cultural de sus dueños.
             Los temas más comunes, sin embargo, se inspiraron en la rica mitología griega,
         recogiéndose, entre otros temas, el juicio de Paris; la leyenda de Meleagro; el ciclo de
         Heracles; el nacimiento de Minerva; el asesinato de Troilo; Telefo amamantado por
         la bicha; el caballo de Troya; y los Dióscuros. De entre la temática típicamente etrus­
         ca sobresalieron la leyenda de Cacu y  Artde, la de Turan y  Atunis y la de Apluy Menrva.
            Ante la imposibilidad de reseñar la gran cantidad de espejos que alcanzaron cate­
         goría de verdadero arte, tan sólo se van a citar algunos de los más significativos.
            De la época arcaica nos han llegado contados ejemplares y todos de desigual ca­
         lidad. Entre los fechados hacia el 480 a.C., destacan dos, con relieves que fueron re­
         tocados a buril. El primero, de Vulci y hoy en el Vaticano, presenta el tema de Eos
         (.Thesan) portando a Céfalo.  El segundo, también quizá de Vulci y hoy en el British
         Museum, recoge el tema de Heracles raptando a la joven diosa llamada Mlacuch.
            Entre los años 475 y 410 a.C. se asistió a un descenso en la calidad de los espe­
         jos, si bien algunos ejemplares —como el decorado con el tema de Heracles y At­
         las, del Museo Vaticano— demuestran que la técnica se fue manteniendo a un buen
         nivel.
            A finales del siglo V y durante todo el siglo rv a.C., se conoció una gran produc­
         ción, sobresaliendo también en ella la calidad y el preciosismo decorativo. Los trazos
         se hicieron más  libres y las  composiciones  más  equilibradas.  Se puede hablar para
         aquel siglo  de «maestros»  que,  a falta de nombres, han sido denominados por el
         tema que trataron. Así, en primer lugar, se debe citar al Maestro de Chalchas, que, a co­
         mienzos del siglo iv a.C., fabricó y decoró un soberbio ejemplar (18,50 cm de altu­
         ra;  14,80 cm de diámetro), todavía de estilo severo y algo arcaizante (ejemplar de Vul­
         ci y hoy en el Vaticano) que, aparte de la belleza de su composición, ha servido para
         estudiar la  técnica de la aruspicina etrusca.  Le  siguen  en importancia el Maestro de

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